Terrorismo. Occidente y Medio Oriente


Las creaciones del hombre son frágiles, 
y la ciencia y la técnica que han edificado 
pueden emplearse también en su aniquilamiento.
Sigmund Freud


Hoy en día otra guerra asola el mundo, la de un terrorismo sin tierra. Ya no el del 9/11. La alteridad de Occidente retorna con otro semblante. No se trata de una organización sino de células aisladas. Autogestionadas; autónomas.
Lo cotidiano actual carece de territorio. Para iluminar este punto podríamos preguntar si esta nueva guerra no se parece a Vietnam, donde el atacante aparece en cualquier momento de cualquier parte sin ser siquiera visto golpea y desaparece como una ráfaga. Pero no, se trata de otra cosa. No es una guerra de guerrilla como la que San Martín dejó a cargo de Güemes para defendernos del colonialismo del norte y cruzar los Andes. El vietcom defendía el territorio enviando al extranjero a su propio hogar… yankee go home. El vietcom permanecía agazapado en las entrañas de la tierra, salía de los túneles en medio de la naturaleza y volvía a desaparecer en la indiferenciación selvática. Aquí se trata de otra cosa. Lo enloquecedor irrumpe en medio de la metrópolis, una urbe mundializada.

Tras la caída del Muro de Berlín, acontecimiento conocido en Alemania como die Wende (el cambio), adviene el discurso único. Repetición mediática de la Idea hegeliana, Fukuyama y un nuevo fin de la historia. El capitalismo y la técnica co-inciden en la nueva empresa, Marx con Heidegger.
Pasada la Guerra Fría la guerra cambia de paradigma. La carrera armamentista por la conquista del mundo o del espacio frente al ejército rojo pasará a ser pretexto para las invasiones en las Guerras del Golfo, formas de un Neocolonialismo territorial. 
La técnica mostrará su esencia en la cibernética. Abriendo un nuevo campo de batalla: la informática. El acceso y el manejo de la información reconfigurará la guerra, que en el mundo globalizado será mediática. La época de la intriga y de los espías pasará al espacio virtual, configurando una red de sistemas de seguridad y de hackers, de bases de datos y de escándalos (Wikileaks).
La depuración interna, que había pasado de los campos de la raza a la ideología, al estilo del  macarthismo “democrático” o de las desapariciones dictatoriales, retomará su tarea de propaganda en el ámbito de la opinión pública, en la construcción del sentido común, al mejor estilo del periodismo de guerra. 

Tal como en la época del Dr. Insólito, la invasión a Playa Girón y la crisis de los misiles traza la orientación que dará lugar a las dictaduras en Latinoamérica, el impacto de las políticas liberales posteriores al surgimiento de la globalización —forma larvaria del Neoliberalismo— encontrará sus puntos de fuga en Chiapas y el movimiento de Los sin tierra. Voces… no ordenadas a la nueva encarnación de la Idea. Acontecimientos que, siguiendo el cause de la mariposa de Chuang Tsu, darán sus terremotos en los movimientos populares.

Ante el fracaso político y el colapso económico del discurso único, la empresa se lanzará a la construcción de un nuevo enemigo: el populismo. Pero, en tanto Latinoamérica exportará el populismo, Medio Oriente dará lugar al terrorismo, actualización de la alteridad de Occidente. 
Ambos acontecimientos se dan en el cruce con la repetición de la Idea Absoluta que rige Occidente, no ya Napoleón en Jena sino la Empresa Neoliberal. ¿Será posible extraer de éstos no un discurso sino las voces rechazadas?

La preparación del Vietnám soviético no sólo se llevará puesto a medio camino el Muro sino que terminará conduciendo las tropas al Golfo pérsico, los aviones contra Las Torres Gemelas y los atentados a las calles de Europa.
Bin Laden es producto de un mundo globalizado pero aún dividido por potencias occidentales, fue formado por USA contra una potencia pseudoriental. Al-Qaeda podría traducirse como “La Base”; también por fundamento o cimiento; sin dejar de señalar la connotación militar de la “base” producto de los campos de entrenamiento afganos. Nosotros podríamos decir “suelo”, lo que nos lleva al territorio. Tarkovsky decía poéticamente que Rusia mostraba su rostro en Europa pero que hundía sus raíces en Asia. Actualmente Oriente occidental es lo que en otro tiempo fue la Unión Soviética. Tal como la Rusia Comunista separaba a Occidente de Oriente durante la Guerra fría, en la época del terrorismo Cercano Oriente impide el contacto de Occidente con su Otro.

En tanto en la época del Comunismo un fantasma recorría Europa, el terrorismo sin tierra explota la representación, la imagen del mundo. En la superficie la representación podría ser la de otro lobo estepario, un autor solitario que trae el caos en medio del orden ciudadano.
Un conciudadano francés o alemán o estadounidense de “origen” musulmán se vuelve contra los otros ciudadanos. Irrumpe, ataca, asesina y se suicida. Una imagen posible podría ser la del cáncer: una célula del “propio cuerpo” se indiferencia, prolifera, se disemina y ataca a las otras células. Pero la imagen queda corta, aquí no hay cuerpo.
Tras la técnica y la globalización, los pueblos y las naciones han quedado desdibujados. La inmigración no es lo que era en la época del nacimiento de las naciones americanas. La inmigración sobre los Estados Unidos y Europa genera racismo, es decir, el envés de pueblo. Genera Haider/Hofer, los Le Pen, Petry, Trump, lo ultra y las consignas del Brexit: xenofobia.
La imagen cibernética de Hollywood tampoco alcanza. El señor Schmit tomando los cuerpos podría ser una imagen cercana, pero Schmit es el reverso de Neo, y aquí no funcionan los opuestos; los opuestos abren su juego en un campo común, una matriz que les brinda un espacio de juego. Esa imagen podría servir para la Guerra Fría, incluso para el terrrorismo de Bin Laden. Aunque para tal terrorismo la imagen hollywoodense por excelencia sería la de la destrucción de New York, por los japoneses o por Godzilla, King Kong o Mars Attack. Para lo que llamamos terrorismo de Bin Laden, “New York” o “Las Twin Towers” podría trasladarse a “puntos relevantes”, objetivos estratégicos, blancos posibles, lugares peligrosos. Ahora se trata de puntos blandos.
Si el terrorismo de Bin Laden es el del mundo del espectáculo este terrorismo es otra cosa, ha desmontado el espacio ficcional. Ha pasado de la mediación cinematográfica a la inmediatez y la afección teatral de los cuerpos desgarrando lo fantasmático. Fura del Baus entremezclada en un espacio común que toma y arrastra los cuerpos con Fuerza Bruta. La nueva guerra ha instalado en lo cotidiano un escenario sin escena —retorno real de lo rechazado por una era virtual—. Afectación de los cuerpos dentro de un teatro de operaciones. Artaud sin teatro, Thánatos sin Eros.

Pero, ¿podemos interpretar al terrorismo actual como una respuesta de Medio Oriente desde sí? O, ¿hay que pensar al terrorismo del Estado Islámico como una respuesta a Occidente? Es decir, ¿el campo de combate implica un cruce o se trata sólo de variables independientes?

Autor solitario, cada vez, cada uno: máxima individualidad. Célula sin reunión, sin plan, sin cuerpo: sin territorio. Atacando a individuos cualesquiera en cualquier parte. Irrupción. Individuación llevada al extremo pero sin grado de singularización alguna; en un espacio indeterminado; en un tiempo sin especificación. Indeterminación sin velos en medio del habitar. Irrumpiendo en el espacio cotidiano, sembrando terror en el espacio de la libre circulación diaria: una calle, una plaza, un restaurant, un boliche, un shopping. Desgarro de la trama de la realidad, de la realidad narrativa de lo real. Impacto sobre un espacio preindividual que posibilita el habitar.

Del terrorismo de Bin Laden podemos decir que atacó sobre lo temido, el terrorismo actual ha demostrado que no era lo temido, sino simplemente su representación fantasmática. También podríamos decir, que a su modo fue una respuesta a Occidente, a su sueño tanático.

La forma de combatir el terrorismo de Bin Laden también habla de lo que estamos intentando señalar. La respuesta fue La noche más temida, matarlo. Al terrorismo de Bin Laden, y por eso lo llamamos y lo conocemos así, Occidente reacciona personalizando el peligro, matando al líder, cortando la cabeza de Holofermes. En tanto, El Estado Islámico responde con la materialización de El llamado a la resistencia islámica mundial.  

El terrorismo de Bin Laden mostró dar consistencia al enemigo, era aún una guerra conocida. El de al-Souri lo hace implosionar, tiñiendo “el interior” con esta categoría, generando como defensa xenofobia, segregación y exclusión. Lógica que se corresponde con la identificación y la paranoia frente a la irrupción del envés del capitalismo: la anarquía, el caos, lo esquizofrénico.


Diálogo con:

Confrontación confesional, xenofobia y exclusión

 Por Eduardo Febbro

Desde París
Ben Laden y el entorno teórico de Al Qaeda están obteniendo una horrenda victoria póstuma a través del Estado Islámico. Las miles y miles de personas que mueren víctimas de los atentados en varias regiones del mundo tienen un origen teórico común, una decisión estratégica fundacional pactada por Estados Unidos y Arabia Saudita y un error garrafal cometido en Irak luego de la invasión de 2003. Esos tres elementos van a diseñar el espantoso mundo en el cual vivimos.
El jihadismo que conocemos hoy se nutre de tres fuentes. En primer lugar, es hereditario de la política que Washington y Riad implementaron a finales de los años 70 (1979) mediante la cual islamizaron, con la ayuda de Bin Laden, la resistencia interior contra la invasión soviética de Afganistán. Por ese diseño pasó también, aunque con otras intenciones, una multinacional argentina, Bridas, cuando, antes que los enceguecidos norteamericanos, va a descubrir la utilidad de los talibanes en su proyecto de trazar el recorrido de un gasoducto de cerca de 1500 kilómetros que iba dese Turkmenistán hasta Pakistán. En segundo lugar, los atentados en Occidente se inspiran en una obra teórica de 1.600 páginas escrita por Abou Moussab al-Souri, el teórico de la tercera jihad y ex mano derecha de Ben Laden. Este sirio nacido en Alepo hace 60 años plasmó en en el libro “Llamado a la resistencia islámica mundial” lo que el Estado Islámico está llevando a cabo en la realidad, o sea, la Jihad global del pobre. La obra, aún accesible en internet, se ha convertido en una biblia y en el manual de iniciación básico para todos los candidatos a la guerra santa contra Occidente. El tercer elemento es la invasión de Irak, la disolución de la policía y el ejército iraquí decidida por un analfabeto critico de las relaciones internacionales, el administrador civil de Irak, el norteamericano Paul Bremer, el montaje posterior de un gobierno iraquí de mayoría chiíta pero tan violento como corrupto y el aislamiento de la minoría sunnita en el seno de la cual estaban los altos mandos del ejercito iraquí, los servicios secretos, los miembros del partido Bass y la policía, hoy espinas dorsales del Estado Islámico.
Pero la cuna es siempre una combinación de la confrontación durante la llamada Guerra Fría entre las dos potencias, Estados Unidos y la entonces Unión Soviética, los intereses gasíferos y petroleros, Irak y el extremismo islamista, el cual, con la ayuda de Arabia Saudita, Estados Unidos y Pakistán, será propagado, armado y entrenado por la primera potencia mundial con el objetivo de desalojar al ejército rojo de Afganistán. Todos los hechos terminan componiendo el eslabón de una cadena que llega hasta nuestros sangrientos días y en la cual el libro de Abou Moussab al-Souri es una pieza fundamental. El “Llamado a la resistencia islámica mundial” es, ante todo, el producto del desacuerdo entre Osama Bin Laden y Abou Moussab al-Souri, nombre de guerra con el que remplazó al auténtico, Mustafá Setmariam Nassar. Al-Souri estaba totalmente en contra de actos terroristas tentaculares y espectaculares como el que Bin Laden cometió en Estados Unidos en septiembre de 2001. Para él, ese tipo de estrategia sólo podía acarrear consecuencias destructoras porque accionaban dos resortes de una potencia con una capacidad de intervención militar enorme: primero, el aumento de los créditos militares, dos la invasión de los llamados “territorios cuna”, es decir, Afganistán. No se equivocó, el 11 de septiembre atrajo a Estados Unidos a Afganistán y esa expedición militar terminó con el desmantelamiento casi total de Al Qaida. La ex cabeza pensante de Bin Laden criticó a su jefe en un correo electrónico donde decía: “nuestro hermano fue contaminado por la enfermedad de las pantallas, los flashes, sus admiradores y los aplausos”. Abou Moussab al-Souri propuso cambiar la meta y apuntar no hacia los Estados Unidos, país muy alejado y potente, sino hacia lo qué el llamaba “el vientre blando” de Occidente, es decir, Europa. Para ello, el sirio -más tarde nacionalizado español en virtud de su matrimonio con una española–, inventó el término de “nizam la tanzim”, un “sistema pero no una organización”: es decir, una estructura terrorista compuesta por células auto gestionadas, sin lazo con un órgano central, una suerte de jihad horizontal autónomo, separado de cualquier idea piramidal. Ya hemos visto su eficacia en los últimos años. Internet y las redes sociales serán en esa visión otro aporte clave porque ambos, en la idea de al-Souri, ocupan el lugar de las mezquitas o los imanes. Sin contacto físico, sin frecuentación de lugares vigiladas, los individuos se empapan en esa opción.
En su libro, Abou Moussab al-Souri calculó las consecuencias en el seno mismo de las sociedades occidentales: confrontación racial, xenofobia y exclusión por parte de los occidentales y, por consiguiente, radicalización de los musulmanes víctimas del racismo. Por curioso que parezca, ninguno de los muy publicitados servicios de inteligencia de las potencias mundiales prestó la debida atención a ese libro. No sólo aún se lo encuentra en Internet sino que, además, tras los atentados del 11 de septiembre de 2001, las decenas de think tank que se crearon en Washington para pensar el mundo gozaban de créditos millonarios pero sufrían de una falencia absurda: en esos think tank casi nadie hablaba árabe. El Estado Islámico aplicó con letra de sangre esa yihad horizontal pero también introdujo blancos nuevos que no estaban en el libro de Al-Souri: Arabia Saudita, Yemen, Túnez, Libia, Turquía y Rusia con el atentado contra el avión ruso derribado el 31 de octubre de 2014 por el ISIS. Las peregrinaciones de Abou Moussab al-Souri no están tampoco exentas de interés para comprender las barrabasadas cometidas por los servicios de inteligencia. El sirio fue arrestado en 2005 por los servicios secretos de Pakistán cuando huyó de Afganistán y entregado a Estados Unidos. Washington tenía la perla entre sus manos pero se la entregó a la Siria de Bachar el-Assad en 2011 (otras fuentes hablan de 2007). Assad lo liberó el mismo año con una intención semejante a la que llevó a Washington a armar la resistencia afgana: islamizar las revueltas árabes que estallaron en 2011 y, con ello, restarles legitimidad. Hoy nadie sabe donde está.
El perfil de guerra confesional que Estados Unidos, Arabia Saudita y Pakistán trazaron en torno a Afganistán explotó en las manos de todos. Ningún cerebro de la CIA o la NSA previó la expansión posterior. La mayoría de los llamados “hombres más buscados” por Estados Unidos fueron, en su momento, aliados de esos tres países. Los llevaron a Pakistán, los adiestraron en las famosas escuelas coránicas de Peshawar y luego los soltaron en Afganistán con armas en las manos. “El enemigo es fuerte y poderoso, nosotros somos pobres. La guerra será extensa”, escribió Abou Moussab al-Souri en su libro. El Estado Islámico se empapó en esa literatura y llevó a la realidad esa guerra “nizam la tanzim”, es decir, el sistema de lobos solitarios que azota a Occidente. Su yihad descentralizada se extiende ahora por las capitales del Viejo Continente, y más allá: la matanza de Niza, el atentado en el aeropuerto de Turquía, el atentado en el aeropuerto de Bruselas, las matanzas de París, y, en estas horas, tal vez Monich. Abou Moussab al-Souri conocía muy bien ese “vientre blando” de Occidente. Vivió exiliado en Francia, en Londres y luego, con su esposa, en Andalucía. Abou Moussab al-Souri presidió el nacimiento de las dos primeras yihad e inventó la tercera. La primera se articuló contra el ejército soviético en Afganistán: la segunda contra la invasión norteamericana de Irak en 2003 y, esta, la tercera, una fuerza heredera de cada uno de esos hechos, el Estado Islámico, la siembra en occidente. La obra de Abou Moussab al-Souri no habría tenido la influencia que tuvo si Estados Unidos y sus lacayos no hubiesen despertado y alimentado el islamismo radical, si no hubiesen luego fracturado de una manera espantosa Irak. A ello se le sumaron la exclusión, el racismo y el desprecio de que son objeto los musulmanes en Europa. Las palabras de al-Souri se convirtieron en semillas de bombas humanas que no sólo destrozan vidas en París sino, también, en Irak donde, casi en silencio, centenas de vidas humanas desaparecen tragadas por bombas activadas hace mucho por las potencias occidentales.