A partir de meditar, y en este sentido toda meditación es
automeditación, Heráclito habla.
Cuando abre su decir, lo primero es:
Tou= de\ lo/gou tou=d' e)o/ntoj
ai)ei\ a)cu/netoi gi/nontai a)/nJrwpoi kai\
pro/sJen h)\\ a)kou=sai kai\
a)kou/santej to\ prw=ton! ginome/nwn ga\r
pa/ntwn kata\ to\n lo/gon to/nde
a)pei/roisin e)oi/kasi peirw/menoi kai\
e)pe/wn kai\ e)/rgwn toioute/wn
o(koi/wn e)gw\ dihgeu=mai kata\ fu/sin
diaire/wn e(/kaston kai\ fra/zwn
o(/kwj e)/xei! tou\j de\ a)/llouj a)nJrw/pouj
lanJa/nei o(ko/sa e)gerJe/ntej
poiou=sin o(/kwsper o(ko/sa eu(/dontej
e)pilanJa/nontai. (22 B 1 DK)
Aunque este lógos existe
siempre los hombres se muestran incapaces de comprenderlo, no sólo antes de
escucharlo sino también luego de oírlo primero. Pues, aunque todas las cosas
suceden de acuerdo a este lógos, parecen inexpertos, experimentando con
palabras y acciones tales como las que yo expongo, cuando distingo cada cosa
según su naturaleza, y al indicar cómo es. En cambio, a los demás hombres se
les oculta cuanto hacen una vez despiertos, así como olvidan cuanto crean
mientras duermen[1].
La sentencia habla del lógos,
mejor dicho, la sentencia del lógos
habla. Allí esencia la correspondencia de ser y decir.
Lo/goj [Lógos] suele ser traducido por Razón [ratio]; tomado como “medida”, en el sentido matemático de “cálculo”
o “proporción”. También admite ser trasladado por “relato”, “palabra” o
“sentido”. El sustantivo griego lo/goj [lógos] despliega su campo
semántico a partir del verbo le/gw [légo]. Este verbo se
refiere inicialmente a la actividad que realiza el labrador, durante y luego de
la cosecha. La primera acepción de le/gw [légo]
nombra un “juntar”, en el sentido de “recoger”. Tras la siega, los campesinos
van en busca de los dones de la tierra. La recolección implica ‘cortar mediante
la mano del hombre el producto de la naturaleza’, es decir, separar lo que ésta
entrega. Esta acción inicial que abre el juntar
de le/gw [légo], se da al “agarrar y levantar del
suelo” —al desenterrar la cosecha de su terruño, al segar las mieses del campo
o extraer el fruto: arrancarlo del árbol—. El acto que le/gw [légo] dirige escinde y secciona, separa y aparta, retira y aísla,
dando como resultado un distinguir.
Eso que el labrador recolecta durante la cosecha se pone
‘todo junto’, queda “reunido”. Le/gw [légo] toma el sentido de
“juntar”, ahora en referencia a un reunir,
como en la recolección de los higos, de las espigas o de los racimos durante la
vendimia. Pero no todo lo que los campesinos recogen permanece reunido, en el
curso de la trilla los hombres eligen, escogen y seleccionan los frutos. De
aquí surge un “elegir” y un “escoger”; ambos unidos a un “separar”.
Precediendo a lo que surge primero, al juntar y al reunir, en le/gw [légo] trabajan un elegir y un “medir” esenciales. Como cuando los niños van en busca
de nueces, de moras o de flores, previamente a la recolección debe darse este “elegir”
que —desde una medida— guía la
acción.
Pero lo reunido no está junto de cualquier modo; puesto en
un orden, resulta “bien dispuesto”. Ahora se trata de ‘unir lo separado’: algunas
veces el trabajador lo liga armando un atado, otras veces lo almacena en una
vasija, lo coloca dentro de un saco o una bolsa, como se hace con los granos.
El campesino, tras desunir el fruto de la tierra, vuelve a reunirlo: lo coliga.
Después de la recolección, la selección y la reunión, ya
bien dispuesto, el producto de la cosecha es contado. El verbo adquiere entonces
el sentido de “contar”, “enumerar” —actualmente deberíamos hablar de un “computar”—.
A partir de este ‘llevar la cuenta’, del “contar oralmente”, surge el decir de le/gw [légo]; un “decir” que no es de cualquier modo, es decir el orden en que aparecen las cosas.
Le/gw [légo] nombra el “decir” y el hablar, incluso como sinónimo del cantar
de los poetas, también es “narrar” y “contar”; “llamar” y “nombrar”; “discurrir”
y “charlar”; “indicar” y “expresar”. En tanto lo/goj [lógos] es “narración” y “cuento”, “elogio”, “fábula”, “historia” y “leyenda”.
En torno al lógos
se reúnen los hombres, no menos que los frutos de la tierra; la labranza, la
siega y la celebración, congrega a un pueblo. La cosecha es deseo para la
siembra y promesa de la fiesta de los dones. En el lo/goj [lógos] se da la reunión de la sagrada fu/sij [phýsis] con los dioses propicios y los efímeros mortales.
El verbo le/gw [légo] denota ‘el orden del
discurso’; desde allí es discurso, y deriva
en “tratado”. Al mismo tiempo toma el sentido del lexema individual que proviene
de la operación discursiva: la palabra.
Cuando el decir se desarrolla en el plano mental, le/gw [légo] se torna razonar, mientras
que oralmente deriva en “argumentar” y “exponer”.
En la tradición europea este “razonar” recubrió el
significado del verbo le/gw [légo]. Mientras, la
filosofía descartando el mito y la leyenda tomó al lo/goj [lógos] para su progreso. Este acontecimiento convierte al Lógos en la Razón
que nombra, y congrega, el fundamento en el que se asienta la historia de Occidente.
[1] Para armar el final de la
sentencia tomamos el verbo poie/w [poiéo] en dos acepciones
diferentes, primero por hacer y luego
por crear.