IV. El Logos y la Physis


Al estilo del lógos, Heráclito distingue de acuerdo con la fu/sij [phýsis] cada una de las cosas que son. Tomemos ahora el verbo diaire/w [diairéo] de la sentencia; el verbo simple ai(re/w [hairéo], en su sentido germinal, hace referencia al trabajo de la mano del hombre en la recolección de los frutos; compuesto queda tomado por el “dia-” [dia], que divide su campo semántico en dos valores: en el sentido de “atravesar”, y en el de “partición”. Diaire/w [diairéo] es “cortar”, “partir en trozos o partes” (un animal asado); es “seccionar”, e incluso “despedazar” (un animal crudo). Remite a “dividir”, “separar”; así como “apartar”. También es “hender”, y de allí “abrir”. De ‘lo separado’ llega el valor de “repartir” y de “distribuir” (las porciones); de manera abstracta es “distinguir por medio de divisiones o de clasificaciones”; luego adquiere los significados de “decidir”, “fijar” y “determinar”. Como vemos, diaire/w [diairéo] se abre a una multiplicidad de posibilidades, las que nos envían a distinguir qué es el lógos.

Para iniciar la faena partamos del hender: el hender abre una brecha, hace la hendidura, como el arado que en su camino agrieta la tierra abriendo el surco del que brotarán las simientes. La semilla como la tierra es oscura, hasta que rompe a la luz. Este hender corta ‘lo que no divide del todo’, como un bisturí que hiere la piel que traspasa. El hender surca el aire como una flecha, entonces oímos su soplo. Cuando cruza el mar el barco hiende el agua en su marcha, como un hombre que se abre paso entre la multitud.

Abrir puede ser pensado como abrir una puerta; llevándonos a especular con descubrir lo que está oculto, o cerrado. La puerta es signo de apertura, del umbral que permite que algo aparezca y se muestre, que surja de lo oscuro. Abrir es abrir los ojos, también abrir los oídos, entonces es ver y escuchar. Abrir es “desplegar”, un papel o una frase. El desplegar —así como abrir un espacio o un tiempo— extiende. El cielo nublado a veces se abre, permite que surja la luz: se despeja. Abrir es dar paso, o dar cabida; dejar una huella en la tierra, abrir un camino. Abrir es dar principio: Iniciar. Comenzar la marcha, también es abrir. Este abrir es abrir el juego, en el que todo se juega. Los pétalos del capullo se abren dando lugar al florecer de la rosa. El lo/goj [lógos] es lo que abre —así se abrió para Heráclito.

Desde antaño el decir de los presocráticos permaneció fusionado a la fu/sij [phýsis]. La tradición comprende que su pensar habla de la naturaleza, concebida como “lo ente en su conjunto”; que, a la manera de una química arcaica, se refiere a los elementos desde los que se genera y en los cuales se descompone lo existente, es decir, de qué están compuestas las cosas —fuego, agua, tierra, aire—. O, en todo caso, es tomado como una versión primitiva de la física, que se lanza a la investigación del Ser; entendido a su vez como la ley universal que postula la unicidad de lo múltiple[1]. Luego de las ideas de Platón y tras la Física de Aristóteles, la fu/sij [phýsis] de los pre-socráticos fue considerada (anacrónicamente) como un modo de la ou)si/a [ousía], la entidad del ente[2].

La palabra griega fu/sij [phýsis] quedó reservada para designar a la “naturaleza”. Este antiguo vocablo acoge su significado del verbo fu/w [phýo], que distingue un “hacer brotar”, “hacer nacer”, “producir”. Fu/w [Phýo] designa el “origen”, el “nacimiento”, pero también el “crecimiento”; nombra la “forma natural”, y de allí naturaleza. El verbo presenta un sentido exterior y uno interior, con lo que es “carácter” tanto como “orden natural” (opuesto al cultural). El lingüista francés Émile Benveniste, refiriéndose a la naturaleza en tanto que realizada, traduce fu/sij [phýsis] por “cumplimiento [efectuado] de un devenir”; de esta forma señala que no sólo se trata del origen y del resultado, sino también del proceso en su carácter dinámico.

Entre los antiguos griegos fu/sij [phýsis] nombraba lo que brota desde sí mismo, lo que germina rompiendo la cerrazón de la tierra, y asoma a la luz. Es lo que florece y se despliega... La semilla se abre y desgarra el terruño: se dispersa, mientras la tierra queda atrás. El brote se expande, y prospera; de la muerte del retoño se abre en flor. Luego de la caída de los pétalos el pimpollo florece. El fruto aflora cuando la flor se disgrega. Y el fruto se disemina; si encuentra fertilidad, como semilla retorna al ciclo de la tierra, si no se descompone en polvo. La fu/sij [phýsis], a partir de sí y hacia sí, se presenta. Sin embargo, en el proceso se ausenta como origen de su producto.

En el lo/goj [lógos] Heráclito recoge el fruto de la naturaleza. Su palabra reúne el devenir que destina la fu/sij [phýsis], la mensura que cada ciclo hace brotar en el mundo. El encuentro de fu/sij [phýsis] y lo/goj [lógos] es encaminado por la a)lh/Jeia [alétheia]. La fu/sij [phýsis] nombra al ser y a lo ente, el lo/goj [lógos] señala lo que, sin ser ningún ente, abraza y acoge todo lo que es.

Sin embargo, los hombres se vuelven incapaces de comprender [a)cu/netoi (axýnetoi)[3]] el lógos. No lo escuchan, ni antes de ser dicho, ni después de haberlo oído. Pese a que todas las cosas acaecen según este lógos, incluso los eruditos parecen ignorantes[4]; tanteando, prueban representaciones para nombrarlo, pero no consiguen distinguir su naturaleza, ni expresar cómo se da.



[1] Hegel hablaría de los rudimentos del pensar científico.
[2] En la traducción al español de “to\ o)/n, ta\ o)/nta” [tò ón, tà ónta] por “el ente, los entes” se pierde la relación del o)/n [ón] con el verbo ser, mientras que en griego éste es una de las formas del ei)=nai [eînai], infinitivo del verbo; esta cuestión queda señalada en nuestra lengua optando por la traducción “lo que es” o “las cosas que son”.
[3] Literalmente: incomprendedores.
[4] Ver los dichos de Heráclito sobre Pitágoras y Jenófanes, Homero y Hesíodo, Hecateo y Arquíloco.