Fuegos Artificiales V

Palabras hallo por doquier; 
nubes, pero no a Juno.
Hölderlin

Y, hoy por hoy, ¿qué pasa con el pase, dentro de las instituciones lacaneanas? De todo un poco, desde promoverlo hasta denunciarlo; desconocerlo, reconvenirlo o en todo caso posponerlo; incluso instrumentarlo, para luego neutralizarlo. Es decir, con el pase pasa de todo, y no pasa nada. Los enfoques de las diversas escuelas se dispersan entre la honestidad y el artificio, nutriendo políticas investigativas o apuestas institucionales; pero, a su vez, esta multiplicidad conduce al encierro dentro de la lectura interpretativa propia, viabilizando entre los grupos lacanianos una convivencia de corte autista.
Los analistas, guiados por la providencia, recogen del cesto de basura de Tomás de Aquino los escritos de Agustín de Hipona: reciclan el psicoanálisis. La ciudad analítica se piensa sobre el modelo de la Civitas en la que se desarrolla cotidianamente la vida de los hombres. Desde allí se proyecta hacia un más allá, planteo teológico común al neurótico y a la metafísica, convirtiéndose en una Civitate Dei; máscara de una idealidad que vela el reflejo celestial de la estructura de una Iglesia terrena.
Muerto Lacan, mediada su figura excepcional por la lectura de algún otro [más uno], el dispositivo es probado como instrumento de selección, así como de cohesión entre los miembros de una escuela de alumnos. Será entrada, y no ya plato fuerte; esa que en un mundo segregado sólo unos pocos llegan a manducar. Pero en tal plato se sirve el psicoanálisis mismo.
Posteriormente, la mirada se traslada a las vicisitudes biográficas del “postanalítico”, más que al momento del pase. Quizás el término, en deuda con una filosofía homónima, sea un síntoma más… que delata una época que ha dejado de ser freudiana o lacaniana, para transformarse en postanalítica. Pero, ¿acaso no deberíamos ante semejante embrollo propugnar por un retorno al psicoanálisis?
En las modernas escuelas los A.E., designados, son objeto de mostración, como ideal o como freak. Mostración que únicamente persiste en tanto dura el fulgor de su pase, mientras no continúe hablando. “Pour la galerie se los envía a pasear frente al resto de los miembros de la escuela; para, luego, organizados por la base de datos del cartel, ser pasados a la colección. Ulteriormente, ya descartados, se los despacha al museo; y se actualiza la exhibición.
Con los A.E. dando testimonios del galimatías existente, deberíamos repensar la llamada “formación sintomática”, así como la “recirculación obligatoria” e incluso la “formación permanente” en el post-analítico, a esta altura innegablemente “post-lacaniano”. Consecutivamente a que el análisis se considere terminado surge lo in-analizado; aquí bajo la forma de un retorno sintomático que sostiene un beneficio secundario. El certificado de fin de análisis, otorgado por la Escuela, aspira a suturar lo in-analizable; esto lleva a justificar, blandiendo el deseo, al “A.E. imperfecto”, derivando en el “A.E. reiniciado” y en el “A.E. reanalizado”.
Frente al nuevo fracaso de la Escuela, se les promete como a cándidos un interés renovado por reabrir el Dispositivo; pero en el nuevo marco, la política del pase es la de siempre, la vieja política del tero: poner el grito en un lado, y los huevos en otro. Se culpabiliza a los miembros de la existencia de muchas autorizaciones pero de pocos pedidos de ingreso al Dispositivo; en tanto, la renovación generacional de la escuela sale de los mejor formados dentro de los Institutos —versión actualizada de los viejos trabajadores decididos del inicio de la Escuela Freudiana disuelta.
Y, puesto que el pase ya no es el de antes, será necesario desdoblarlo, haciéndolo ciudadano; léase: implementarlo en el momento de la admisión como Miembro de la Escuela o, sutilmente, aplicarlo en el instante que el analizante decida autorizarse como analista. Lo que fue concebido para dar cuenta de un desprendimiento, en la era del postanalítico corresponde a un modo de “re-enlace”. Pues en el psicoanálisis, dominado por la cibernética de nuestros tiempos, debe primar la re-actualización permanente.
Leyendo atentamente las experiencias de pase expuestas, vemos que no dan cuenta de un salto sino de una sutura; cuando no de un efecto de exaltación, debido al atravesamiento de alguna caída identificatoria parcial. Otras veces se trata de honestos intentos de suturar, con el testimonio, eso que no fue escuchado en el curso del propio análisis; o incluso de alguna justificación militante que reanuda al analista con la escuela. Así se anula el desprendimiento, el desgarro, del momento del pase. Los analistas más que desubjetivizados resultan sujetados; sustituyendo, desde una especulación teórica seudopsicoanalítica, ‘el apego inconsciente al analista’ por el ingreso a la Escuela.
La instrumentación del Dispositivo lacra de forma narcisista el período de un duelo; cegando, con un soporte ficcional, el vacío que por un instante debería transitarse como abismal. Ésta es una de las formas actuales de salir al paso del Pase. Pero “la exaltación”, “la sutura”, “el re-enlace” son modos posibles de pasar el duelo proponiendo otro amor. Maneras de remediar un encontronazo, con un nuevo encuentro: dejar el amor al analista caído, desecho, por el amor a una Escuela.
Reconstruyendo la faz oscura del asunto podemos tomar los otros posibles finales, no menos sintomáticos, de un amor. Para esta tarea es preciso ir a lo que la novela de las sociedades psicoanalíticas silencia: los analistas caídos en desgracia. En los fracasos transferenciales; en los abandonos de la teoría psicoanalítica, y/o de su praxis; en algunas disensiones institucionales; en ciertas interrupciones de un proceso analítico, encontramos el desenlace como “odioenamoramiento”: desilusión, desencuentro, desencanto.

Decepción o desaliento; desesperanza o desesperación, desengaño o desconfianza —palabras a la medida del tango—, que consuman la pasión en rencor. La querella con el Otro es depositada en algún pequeño otro: el ex analista o la teoría psicoanalítica, la ex institución de pertenencia o una fracción de la misma, etc. Resistencia, reacción terapéutica negativa, rechazo de la castración, goce, se dirá oficialmente… Luego del chasco, muchos analizantes acusan como saldo transferencial una herida, la que provoca, más que un corte bajo el modelo del destete, una ruptura que deja como resto un profundo despecho.