Haces

En la ciudad hay espacios de reflexión sobre la encrucijada que aflige al país, pero no hay “donde” los analistas tomen la palabra. Ni caja de resonancia de lo político.


No hay donde los analistas interpelen la crueldad —que enfurece, duele, demora y engulle—. No hay donde hacerse responsables, donde llevar la necesidad de camino al habla.


Poner el coro de la tragedia, los cuerpos resonantes, en la escena ética de la práctica plantea en el horizonte la voz.


Lo real de la época, lo que nos queda a la espalda, ordena la fuerza a la forma. No hay ética posible si esto sucede.


Lo que le da forma hoy en día es el deseo de matar, de acabar con la voz. Con eso, ahí, puede resistir lo in-humano que resuena entre la escucha y el mundo.


En esta circunstancias, la sesión abierta es encuadre, en el que Haces abre el juego al intento de dar la palabra. A la posibilidad de querer decir. Que es lo que permite interrumpir el discurso. Pues la expresión interrumpe la forma y libera la fuerza.


Tienen la palabra los que ponen la cosa en práctica…




Haces, Sesión abierta del 7/10/23


NUNCA MÁS


El fascismo no fue solamente la conjuración que de hecho era, 
sino que surgió además de una poderosa tendencia social. 
El lenguaje le da asilo y en el lenguaje se manifiesta
 la oculta y creciente catástrofe como si fuera la salvación.
Theodor Adorno


Los 36 años que lleva la democracia en La Argentina se fundan y se sostienen a partir de un consenso social mayoritario, aunque no unánime, que se mantiene hasta hoy en día. Pero que corre peligro y que hay que cuidar.
Este pacto social tiene su inicio en un acontecimiento inédito y singular en el mundo: La Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP), a la que en diciembre de 1983 se le encomienda la investigación que culmina en septiembre de 1984 en el “informe Sábato”, que en 1985 dará lugar al juicio a las Juntas Militares que perpetraron el Golpe de Estado del 24 de marzo de 1976. Una política, pero también una ética, que conocemos como el NUNCA MÁS… un Golpe de Estado.
Hubo en estos 36 años obstáculos y presiones, marchas y contra marchas. Argumentos y contra-argumentos, la teoría de los dos demonios frente al Terrorismo de Estado. Levantamientos armados con caras pintadas, una Semana Santa con la Plaza de Mayo llena, los argentinos somos proclives a tomar las calles, y con el balcón de gobierno pluripartidario, pero con “—la casa está en orden”. 
Leyes del perdón o de impunidad: Punto final (1986) y Obediencia Debida (1987), y Decretos presidenciales: el indulto de Menem a los máximos responsables (1989/90). 
Pero también la anulación de las leyes de impunidad por parte del Congreso de la Nación en 2003, con la reapertura de los juicios, los alegatos, los testimonios y las condenas de los crímenes de lesa humanidad. Hubo sentencia en 2006 del máximo tribunal penal de La Argentina, la Cámara de Casación Penal, considerando a los indultos inconstitucionales. Y una ratificación en 2010 de la Corte Suprema de la Nación dictaminando la inconstitucionalidad de los indultos y que las penas anuladas debían ser cumplidas.
En el 2014 se produce una extensión del derecho y por primera vez se lleva a juicio a tres médicos involucrados en el robo de bebés. La apropiación de menores pasa a ser considerada  como un crimen de lesa humanidad que no prescribe.
Hasta tal punto el NUNCA MÁS es un pacto social implícito en nuestro país que en 2017, ante el fallo de la Corte Suprema respecto al 2x1 que abría la posibilidad de haber alcanzado a las condenas a los genocidas, se produjo una manifestación espontánea y pacífica con miles de pañuelos blancos en las manos. Frente a esa manifestación popular los partidos políticos no mostraron ninguna grieta, sino que se pusieron de acuerdo y sancionaron una Ley a través del Congreso Nacional que excluyó a los condenados por crímenes de lesa humanidad. A fines de 2018 la Corte Suprema de la Nación retrocedió y falló contra la aplicación del 2x1 a los genocidas.
A lo largo del siglo pasado hubo otros consensos sociales que se mantuvieron largo tiempo y que definieron políticas de Estado que respetaron los diferentes gobiernos de turno, consensos que sin embargo cayeron. Uno de ellos fue el respeto a la “Doctrina Drago” de no injerencia en los asuntos internos de otros países y en la autodeterminación de los pueblos. Esta política externa fue sostenida hasta 1990, donde el Ministro de Relaciones Exteriores de Menem, Domingo Cavallo, anunció la participación argentina en la Guerra del Golfo Pérsico. Lo que no trajo las esperadas inversiones extranjeras, sino el atentado a la sede de la AMIA.
Otros dos consensos que se quebraron en la misma época, lo que marca no sólo un tema político y económico sino también social y cultural, fueron el de dos emblemas y tradiciones respetadas y sostenidas desde largo tiempo en nuestro país, el de la Educación y el de la Salud Pública gratuita. Cuestiones que aún inciden en la vida fáctica de la sociedad argentina.
De igual modo ocurrió con la explotación y el cuidado de los Recursos Naturales no renovables de nuestro suelo. Los que se podría decir que el discurso de las privatizaciones como solución económica a los problemas del país se los llevó puestos. Y que deberían ser repensados y debatidos a partir de la idea de soberanía y de pactos o consensos sociales.
Sobre estos puntos es necesario reflexionar, ya que muestran la fragilidad de aquello que pensamos como permanente, fijo y estable. A este punto viene a parar el epígrafe elegido. Donde Adorno dice que el lenguaje le da asilo nosotros podríamos señalar el habla. El modo de hablar se va deslizando lenta e imperceptiblemente, dando lugar a que se instale y encuentre una grieta para manifestarse ¿qué…? La oculta y creciente catástrofe… que se presenta como si fuera la salvación. 
Pero, ¿cómo separar las disputas políticas y económicas de lo que pasó a ser un consenso que se encuentra en la base de estos 36 años de democracia? Desde aquí es posible volver a la disputa contra los organismos de los DDHH, aclarando que no comienza en estos últimos años, podemos remontarla por tomar una referencia a un año antes del Premio Nobel de la Paz otorgado a Pérez Esquivel, a Videla —con todo lo que este nombre implica— cuando utilizando una manifestación que festejaba un mundial juvenil, una pasión popular, indicaba con sorna socarrona que “los argentinos somos derechos y humanos”.
Pero en estos últimos años, junto con las controversias político-económicas se ha instalado una campaña de desprestigio y de negacionismo sobre los organismos de DDHH, sobre las Madres de Plaza de Mayo y sobre las Abuelas, pero también sobre los hechos históricos ocurridos durante la Dictadura Militar, así como lo investigado y recopilado por la CONADEP en el informe “Nunca más” y sobre la cosa juzgada y condenada por la justicia. Con lo que resulta de extrema gravedad que el lenguaje dé cabida a cualquier interpretación, a que se hable desfachatadamente, a que se pueda decir cualquier cosa sobre lo acontecido. Discépolo diría poniendo la Biblia junto al calefón.
Sobre este punto nos toca pronunciarnos sobre el Golpe de Estado acontecido en los últimos días en el Estado Plurinacional de Bolivia. No se trata de discutir una política implementada por un gobierno sino de nombrar un acontecimiento. No discutiríamos sobre las políticas o las personalidades de Yrigoyen, Perón o Illia, para simplemente decir que fueron derrocados por Golpes de Estado cívico-militares. En el mismo sentido no se trata de Evo Morales, sino del Golpe de Estado. Discutir si se trata de un golpe o no, elidir la nominación “golpe de estado” así como buscar eufemismos, nos sitúa respecto a la decisión que tenemos que tomar sobre si cuidamos o no ese acontecimiento singular que se dio en nuestro pueblo desde la democracia: el NUNCA MÁS. Ya que no somos sin eso, pues acontece que esa cosa nos nombra.
Hoy, quizás como siempre, Latinoamérica es un “territorio” en disputa. Pero, ¿cuál? Con fuerzas activas y reactivas, con bandos intensos internos e injerencias externas, que lentamente hasta ahora están retrotrayendo el estado de cosas a un período oscuro de la historia de nuestro subcontinente -nombre que utiliza el imperio-. Está quedando atrás el último período democrático en la región. Lo que pone al NUNCA MÁS en peligro y nos empuja a decidir.
En este tiempo han sucedido hechos históricos significativos. Venezuela se ha convertido en el tema de puja y controversia tomando el lugar que antaño tomaba Cuba. La destitución de un presidente en Paraguay, lo que implicó un cambio de signo político. La pérdida democrática del Kirchnerismo en Argentina y la llegada al poder de un gobierno neoliberal, también su caída sin reelección en las urnas frente al peronismo. La crisis institucional aún irresuelta en Perú. El viraje abrupto en Ecuador que no fue lo votado en las urnas. En tanto, Brasil vistió de legalidad la destitución de una presidenta que se realizó en el Congreso, y el encarcelamiento sin pruebas de un candidato presidencial que tenía claramente la intención mayoritaria de votos para definir una elección. Se han planteado respecto a esta situación cuestiones como el desgaste a través de los medios de comunicación, la guerra judicial, el fomento del odio, del racismo, de la división, de la grieta, etc.
No obstante la situación actual no se encuentra en el mismo orden de cosas, hay un punto de quiebre. Una discontinuidad que irrumpe sorpresivamente, que no responde a las políticas partidarias, ni a las tácticas y estrategias. En breve tiempo manifestaciones aisladas de pequeños grupos intensos han tomado una dimensión nueva, que ha recogido las resonancias, afectando a los cuerpos*. Nada de esto hubiera sido posible sin el acontecimiento que es el movimiento NI UNA MENOS que ha tomado las calles, que ha aportado “lo trans”, en nuestro país, en nuestro continente y en el mundo. Pero, a la vez, la cosa ha tomado otros cursos.
El Golpe de Estado en (también podríamos decir a...) La Paz puede leerse como una fuerza reactiva a estos movimientos que están recorriendo estas tierras. Pero los terremotos no han sido telúricos, La Pachamama… quizás, por utilizar un nombre sagrado que se intenta solapar. Los terremotos populares en Ecuador y en Chile son impensables sin la votación en Argentina. Que en un momento de crisis en Argentina como el actual son impensables sin el NUNCA MÁS. El que se encuentra en peligro por los modos que aparecen en el habla, y que sin embargo, aún hoy, desde 1983-1985, da suelo al habitar en Argentina.
No las subjetividades de los individuos/ciudadanos/consumidores categorías que responden a la lógica de la política y el capital, sino los terremotos populares —antes se les decía pueblada— son el territorio en disputa. Ese territorio nombra a Indoamérica.

Marcelo Alonso
Psicoanalista

* "...afirmé algo que no se conoce lo suficiente, que los neuróticos son irreventables. Las únicas personas a las que vi comportarse de manera admirable durante la última guerra —dios sabe que no me causa especial agrado evocarla— son 'mis' neuróticos, aquellos a quienes aún no habla curado. Eran absolutamente sublimes. Nada los afectaba. Así les faltara lo real, lo imaginario o lo simbólico, ellos aguantaban." Jacques Lacan, Seminario 21, Clase del 13 de diciembre de 1973.

Presentación del libro “el sujeto por venir”


Agradezco a Los Autores la invitación a decir unas palabras en esta ocasión. En tiempos hostiles, inhóspitos, fui convocado desde la hospitalidad por psicoanalistas con los que no tengo el hábito de compartir categorías ni hábitos de trabajo. Si invoco la hospitalidad es a partir de esta condición, podríamos decir, de extranjero; condición que quizás permita cruces de lenguas. Recordemos como diría Bernard Shaw, escritor caro a Freud, que una lengua común nos separa.
No está demás traer aquí estas cuestiones que nos diferencian de la idea de secta y del imperio de la homogeneización que prima en la esfera [Lacan decía la espira] de la actualidad así como en muchas de las instituciones analíticas —las que aún hoy no encuentran un modo de lazo diferente al de la religión o al de la milicia— las que se cierran sobre sí mismas, impidiendo el diálogo o imponiendo el concepto compartido; en fin, dando lugar al rechazo a lo hétero, a la alteridad en tanto diferencia.
No se trata de renunciar, como bien lo practican los autores, sino de poner en juego lo que el psicoanálisis nos enseña. De re-flexionar, no con el espejito plano de la agresividad, sobre la situación del psicoanálisis más que de la de los psicoanalistas. Situación que debería posibilitar reflexionar sobre el vínculo del psicoanálisis consigo mismo y con la actualidad del mundo, es decir, cómo opera la denegación y la represión en su propio seno.  
En este movimiento es necesario tomar a Lacan sin repetirlo, despejar la subjetividad de la época de la torre de Babel que se enrolla ya no sobre una confusión de lenguas sino sobre una voz única, rectora, que alinea las voces —forma actual del Saber Absoluto— dando lugar al nido de la serpiente que se levanta en el mundus y en los mundillos.

Cuando fui invitado, no sin sorpresa, a realizar el comentario en la presentación del libro el título comenzó a trabajar en mí: El sujeto por venir. Sin saber bien de qué modo, eso me había alcanzado. Con lo que, por dar una imagen, así estaba yo sin tener aún qué leer pero soportando en que eso ya parloteara…
Es preciso aquí hacer una digresión. Así también deberían estar ustedes, o al menos algunos, en este momento. Quizás algunos de ustedes ya hayan leído el libro, total o parcialmente. Si no, como era mi caso, el título lo precede.
La presentación de un libro es una práctica en sí misma, de ahí su imposible; no es una clase ni un comentario de texto. Presentación que en última instancia debería tan solo provocar y convocar a la lectura. Se trata de hablar de un libro a otros que aún no lo leyeron; sin develarlo pero a la vez entrando en él. Y una cosa más, sin olvidar que estarán presentes los autores; sí, en plural. Los que lo escribieron, que tampoco son lectores de sí mismos. Blanchot, coincidiendo con Borges, decía que la obra es lo ilegible para el autor.
En este punto no es tan diferente del pase como práctica, me animaría a decir que a pesar de su puesta en escena y con sus fracasos y jerarquías a cuesta aún no ha sido explorado en cierta dimensión. Saquemos entonces el dispositivo, el final, la escuela, la entrada. Con lo queda que sólo pretendo tomar la imagen del dar testimonio a otros, en este caso de lo que fue leído. Sobre este punto dejaría abierta la pregunta qué tiene que ver semejante invento de Lacan con el de Freud, con el análisis.

Dado nuestro oficio, debo confesar mi torpeza, quizás especialmente en lo que me fue encomendado: la lectura. Otras profesiones la tornan especializada, sistemática, erudita. El nuestro, a dios gracias, la fragmenta y la torna equívoca.
Desde aquí, entonces, mi primer acercamiento a el Sujeto por venir. Munido de mi ejemplar de El sujeto por venir me dispuse a emprender el viaje. 
El prólogo-comentario, que bien podría ser leído en esta mesa, me llevaría por una intensa deriva. También al diccionario y a la filosofía, a la letra y el deseo, a la ciencia y a la verdad; y a un preanuncio y un diálogo con los escritos por venir —bella frase que Lacan dice a Françoise Cheng—. Con lo que diversas evocaciones acudieron en mi auxilio, o en mi perdición, pues el sujeto por fin cuestionado me envió a una subversión que trastoca la dialéctica, la platónica y la de su repetición: la hegeliana.
Con el recorrido por los textos de los autores se abrió una pluralidad de voces. No sólo la heterogeneidad se presenta a nivel de lo singular, sino también a nivel de los temas y de los registros elegidos para dar cuenta del trabajo compartido. Y esto quiero resaltarlo, pues en nuestro campo estamos acostumbrados a una lectura monótona, repetitiva y adormecedora. Y aquí se presentaba en cada uno de los textos una búsqueda o un encuentro provisorio que daba cuenta de un intento de repensar el sujeto del psicoanálisis. Pero, detrás, como telón de fondo, un dar su posición respecto del psicoanálisis. Rara avis, entonces.
Con lo que se presentó otro embrollo. Cómo armar estas palabras. Llegado a este punto de lectura y al ir avanzando hacia los últimos escritos, resultaba cada vez más tentador entrar en cada texto y realizar un comentario singular. Pero, decir singular, ¿nos libra de lo individual? Por otra parte no se presentaba a la vista un punto en común que reuniera los textos, sí ciertos efectos de dispersión. Y sin embargo algo me detenía, y no captaba bien qué. Una resonancia.
Con lo que luego de dar esa primera vuelta, llegado al momento de terminar el libro dejé decantar la lectura para que ni yo que interrumpía constantemente ni que quería tomar la palabra respondieran apresuradamente a eso que inquietaba.

Me detengo para distraer una certidumbre anticipada.
Dije que antes de encontrarme con el objeto libro el título chocó en mí. Pero no dije con qué chocó. Chocó con un fragmento de Otros escritos, con La equivocación del Sujeto Supuesto Saber
Eso dio lugar a un punto exterior de lectura, infinito que trabajaría y me acompañaría a lo largo de la curvatura del texto. En comienzo entonces debería exponer lo que de eso en acude a la cita: el souvenir.
Imposible volver a encontrar el inconsciente sin acelerar con todo puesto que su función es borrar al sujeto. 
[…] Esto recuerda que el inconsciente no es perder la memoria, es no acordarse de lo que se sabe. Pues hay que decir según el uso del no purista: “yo me acuerdo de ello” [je m’en rappelle]* o sea: me llamo [rappelle] al ser (de la representación) a partir de ello. ¿A partir de qué? De un significante.
No me acuerdo más de ello. Eso quiere decir que no me encuentro allí dentro. Esto no me induce ninguna representación con la cual se pruebe que yo había habitado allí.
Esa representación es lo que se llama souvenir [recuerdo]…
En este punto, para que se presente el espíritu de la letra, es necesario tropezar, meter  la pata, en este caso el pie de página en el cuerpo del escrito:
* “De esto, dice el sujeto, no me acuerdo (je ne me rapelle pas).” Es decir: al llamado (appel) de un significante que sería necesario “me represente para otro significante”, no respondo “presente” debido a que por el efecto de ese llamado ya no me represento nada. Soy una cámara oscura en la que se ha alumbrado: no hay ya forma de que se pinte en ella a través de su ojo de alfiler la imagen de lo que pasa afuera. El inconsciente no es subliminal, débil claridad. Es la luz que no deja lugar a la sombra, ni al contorno insinuarse. Representa mi representación allí donde ella falta, donde no soy más que una falta de sujeto. De allí el término de Freud: representante de la representación.
Ya que no pretendo extenderme, siguiendo desde otro lugar a la letra La equivocación… de Lacan podemos colocar junto a la cita los versos de Borges: 
Sólo una cosa no hay. Es el olvido. 
El verso continúa: 
Dios…” 
Olvido es un nombre de eso que no hay en Dios.
Como resto valdría llegar a la expresión: El análisis dona el olvido.

La invitación fue a la lectura y al comentario, y hasta ahora sólo hablé de un punto al infinito. Colocando junto al por-venir el souvenir, al sujeto junto a Dios, y la equivocación al SSS. Torpeza que ni siquiera puedo atribuirme sino por aquello que este oficio que practicamos a hecho en mí. Quizá la presencia de las aventuras de Alicia a través del espejo, o los efectos de la torsión que el invento de Freud ha reintroducido en el lenguaje, el sentido antitético de las palabras; no la simple oposición reactiva sino la apertura del doble: los contrarios. Sea como sea, es necesario recomenzar.

No sin atolondramiento, en la primera vuelta, pasé de largo. Dije atolondramiento, pero podría decir prisa; que no se debe al tiempo ni al apresuramiento en la lectura. Sino al instante de la mirada y del pensamiento que empuja, capta y precipita [Begriff diría Freud, prise Lacan]. Sin pretender superar ese acto de captura, se abrió paso la equivocación [Vergreifen, acto siempre sintomático en Freud, méprise en Lacan].
En tanto la captura da lugar al texto como pretexto para escribir un escrito (propio pordríamos decir), la equivocación empuja a las palabras como anotaciones al margen (de un texto ajeno de sí). Así tendría que ser escuchado esto.
Con lo que recién concluida la lectura, se presentó La presentación. No la de enfermos, de la que no está de más decir al pasar que se trata de una práctica que Lacan practicó a lo largo de su enseñanza, junto con el análisis y la supervisión. Me detuve entonces en La presentación de Los autores, la que pretendo leer a la letra. Y de donde quisiera tomar un movimiento que desplaza y distingue la reunión en torno a la pregunta: ¿El sujeto del Psicoanálisis?… Del compromiso de intentar dar cuenta de la práctica.
Decía distinguir porque las dos cuestiones no están en el mismo nivel. Si el acento cae en el sujeto y la singularidad, en torno del psicoanálisis el compromiso es dar testimonio de una práctica. Dar respuesta a la pregunta, incluso no responderla, relanzarla, abrirla, no necesariamente es dar cuenta de la práctica. Y ambos niveles, disparejamente, van a estar trabajando en este libro a lo largo de los textos. Pregunto entonces ¿de dónde viene el título del libro, de la respuesta a la pregunta por el sujeto del psicoanálisis o del intento de dar cuenta de la práctica?
Hace tiempo una paciente traía un sueño: desgarraba el papel de la pared, frase que podemos tomar a la letra, para encontrar no sin sorpresa que lo que aparecía eran ladrillos a la vista. Lo oculto está a la vista… en este caso mi ladrillo era el título mismo.
El dar cuenta de la práctica no es en conjunto. Y La presentación da testimonio del tiempo de la lectura y del de la primera ex-posición, literalmente poner afuera: la jornada “El sujeto por venir”. Título que resiste —quizás deberíamos decir insiste— la discusión, la reescritura y la publicación, segundo tiempo de ex-posición —al que esta presentación pertenece—. El libro lleva en sí ese tiempo de cierre y de apertura, no sólo con la jornada y la publicación, también por tomar el prólogo como un retorno. 
Esto es preciso destacarlo, porque construye y lleva en sí la construcción de una exterioridad. Cuestión ética, imprescindible para resituar al psicoanálisis en el campo de lo político. En este sentido toma intensidad lo que antes fue dicho, el “reflexionar sobre el vínculo del psicoanálisis consigo mismo y con la actualidad del mundo”. Para que el psicoanalista no quede repitiendo conceptos muertos ni hablando solo es necesaria una exterioridad por fundar. El espacio de lo público sobre el que se trace el tiempo de los posibles retornos.
Retomo, digo “insiste” ya que “El sujeto por venir” es fruto de la reunión y de la dispersión. No es lo común sino lo incomún. Lo in-común traído de una lengua muerta que juega con el “en” de la reunión y con el -in de la negación. Paradoja entonces. Eso que hace lazo y no relación. Eso que no arma una institución ni un trabajo grupal, y coloca en retraso a Los autores frente a lo por decir.
Sin lo común, lo colectivo se funda en el abismo, ahí debemos colocar lo incomún. Colectivo inevitable e insostenible. Desligado de la jerarquía, sin jefes ni seguidores, abandonado la malentendida voluntad de poder, lo colectivo se sostiene desde el espacio de la acción, del trabajo com-partido. Habilitando un estado de apertura, “un estar en relación con”. Lazo renovado cada vez por cada uno. Lazo con la pregunta rectora pero también con la práctica, y con algunos otros —donde debemos colocarnos nos-otros—.
 Cuando el “estar en relación con” no se liga al garrote del poder y de la jerarquía, co-responden intensidades, grados de potencia, de afectación, de las que lo escrito intenta ser expresión, testimonio.

El sujeto del psicoanálisis es el sujeto del inconsciente. Esta simple afirmación podría ser subscripta por cualquiera de nosotros, sin embargo en el trabajo de Los autores abre interrogantes y recorridos diversos. Pero, si sujeto del psicoanálisis es el sujeto del significante, ¿de dónde viene la necesidad de agregarle el por-venir? Con eso, que bien podríamos pasar de largo, es con lo que vienen a inquietarnos Los autores.
La experiencia del psicoanálisis es una experiencia del fracaso, hecha de equivocaciones y actos fallidos, como bien da cuenta la bella cita de Beckett que nos dona este libro: “Da igual. Prueba otra vez. Fracasa otra vez. Fracasa mejor.” Un camino hecho de escrituras y reescrituras: -ya no creo en mi neurótica… o peor… -¿porqué no me objetaron el concepto de intersubjetividad… o el principio del placer? Movimiento que ha implicado vez por vez no una anulación sino una reubicación que nada tiene que ver con una idea de progreso, ni con un ir más allá del padre. Pero que ha dado lugar a que entre lo nuevo, y con ello una relocalización de los términos, de la técnica, de los analistas, es decir, del psicoanálisis mismo desde la práctica.
Lacan propuso el retorno a Freud entrando en diálogo con su invento: sin repetirlo. Aquí es necesaria cierta violencia. Violencia que no es forzamiento ni tampoco hostilidad. La hostilidad es lo que vuelve desde el rechazo de la diferencia.
Freud no fundamentó su teoría en el significante eso lo introdujo Lacan. Y ahí tenemos  otra paradoja, ¿eso estaba en Freud o no? Claro que no y sí por supuesto. Lo mismo sucede con el sujeto, con el Otro. Pero, ¿cómo no hacer de eso concepto, filosofía, letra muerta?
Debajo del Edipo freudiano Lacan deslizó como cáscara de banana sus nudos, para que tropiece, para que falle, para que se mueva. Para que la teoría freudiana no se ni nos petrifique como la cabeza de Medusa, función de la mirada. Pero, ¿nos-otros tenemos algo para deslizar debajo de Lacan? ¿Alcanza con repetirlo?
El repetir en tanto ecolalia lleva al concepto, a la técnica, a la letra muerta y a los -ismos; pero tampoco se trata de decir cualquier cosa o de decir otra cosa. El “retorno de lo mismo” necesita de al menos dos series heterogéneas, de dos tiempos, de la repetición que no repite la semejanza. No se trata de un reemplazo de términos que nos lleve al armado de un sistema, de otro sistema. Lo abstracto aspira. Eso conduce a una filosofía no a una práctica.
Pero desmarcarse de la voz rectora tampoco implica decir lo opuesto. La negatividad está en el lenguaje, no en la práctica. La oposición no permite abrir el campo de las alternativas, de las múltiples posibilidades, de la invención, del juego, de los simulacros. No cuenta con el sinthome. Contar con los contrarios es otra cosa, es mover el vacío.
Cuando en nuestro mundillo se plantea la confrontación del primer Lacan con el último, cuando se intenta hacer una pato-logización del nudo borromeo, cuando se reemplaza el sujeto por el parlêtre o el deseo por el goce, estamos en problemas. Como decía antes, esto no habla sólo de los psicoanalistas, sino de la situación del psicoanálisis mismo. Pero la oposición a la voz rectora puede perderse en una falsa elección, la que no cuenta con los contrarios, con el envés.
Aquí es donde pongo la pregunta por el título, por el por-venir en tanto incomún: ¿de dónde viene el título del libro, de la respuesta a la pregunta por el sujeto del psicoanálisis o del intento de dar cuenta de la práctica? Dije rara avis justamente por eso, pues de la mano de la pregunta por el sujeto viene un dar cuenta de la práctica del psicoanálisis.

Con modos diversos Los autores entregan el sujeto a la pregunta, a la voz interrogativa, al blanco. Trabajan el sujeto del psicoanálisis como efecto, no para atraparlo en el instante de captura significante sino para destacar el tiempo evanescente de la suspensión, la sorpresa del movimiento perturbador.

El tratamiento del sujeto del significante es puesto en juego en los puntos suspensivos, en el entre de las re-significaciones por venir. El movimiento que se juega en la superficie trae entre escena y escena el fondo, pone en juego lo irrepresentable en medio de la representación.

Pregunta ética que da en el blanco: “¿Es posible sostener los términos inconsciente, sujeto, parlêtre, sin que se anulen entre sí?” Y que nos obliga a dar fundamento del psicoanálisis como práctica y no como filosofía. A la vez que nos envía a reflexionar sobre la cuestión de la representación.

Escritura, borramiento, reescritura, posibilitada desde un dar su-posición por parte del analista. Puesta en acto del dispositivo analítico en la psicosis desde la paridad: desdoblamiento, alternancia, hipnosis inversa, que permite un aparecer. Liberación de la imagen. Inyección de la risa en el sufrimiento.

Trastocamiento del tiempo, debilidad mental que no tolera la suspensión, oscilación que precipita entre la anticipación y la retroacción. Futuro anterior. Reescritura continua sobre un ombligo: la imagen anticipada en el espejo plano que sostiene un desconocimiento esencial.

El hombre como lo indecidido. Y el psicoanálisis como una práctica que opera una sustracción del pensamiento.

Pulsión, eco en el cuerpo. Búsqueda que armando bordes, ritmos, musicalidad, danzas, empuja a salirse del discurso dentro del discurso. Confines que ponen en cuestión la representación y lalengua.

Migración, empuje fuera del repliegue de la interioridad. Fuera de sentido. El inconsciente como tercero que pone en cuestión la actualidad del mundo. Inicio de la construcción de una exterioridad decisiva en la fundación de la ex-sistencia del psicoanálisis. 

Para concluir quisiera des-encubrir un movimiento, para dejar en suspenso la pregunta: ¿De dónde viene lo nuevo al mundo? En el silencio, blanco, podría llegar a tomar lugar lo invocante. La voz afecta los cuerpos y llama a la expresión. 
En torno a eso ronda la cosa de “El sujeto por venir”. En tiempos de homogeneización, vuelvo al punto de partida, de permanecer oculto tras el concepto y la pseudo-repetición la expresión llama al acto de aparecer.
Tomando la pregunta por el sujeto Los autores señalan el por venir. No en el sentido del futuro cronológico que es automatismo de repetición del pasado que repite la semejanza, sino del por-venir que se abre a la suspensión. El psicoanálisis nos enseña que ligando la repetición a la diferencia se da tiempo.

Pero quizás aún debamos detenernos. No solos, con algunos otros, como los reclusos del tiempo lógico para dar testimonio de lo que escapa a la mirada, de eso que cargamos en nuestra espalda. 
El dar preeminencia en todo a lo simbólico es uno de los efectos de la enseñanza de Lacan. Quizás él mismo lo advertía al señalar otro garrote diferente que el del poder y la jerarquía. Indicando que en este mundo tórico el psicoanálisis tiene afición por poner en el afuera lo que está en el interior: el inconsciente. Con lo que advierte sobre el uso del corte en el toro de lo simbólico si éste envuelve totalmente lo imaginario y lo real. Queda en suspenso la pregunta: ¿Qué exterioridad entonces hay que construir para la práctica?
Podríamos agregar otras, ¿cómo reubicar el imaginario luego de la irrupción de la topología? O imaginando: ¿es posible traer el espejo al nudo? O si, interceptado el ojo, ¿la mano trastoca la relación entre representación e imagen? Incluso, arriesgando, preguntarnos si en este renombrar el sujeto poniendo junto el por-venir en tanto suspensión ¿no resuena algo de esto?

Marcelo Alonso
20 de octubre de 2018

En la polis

¿El anticipatorio "RIM" -¿dicho por el RAM o por el Rhin...?-
el río, el frío blanco (leuco), la congelación animada (Disney)
deben ser tomados como dichos sueltos... o como un lapsus...
Es decir: una forma de presentación, no-toda, de la verdad?
Aunque quizás sólo sea una hipótesis falsa, como diría Klossowski,
un delirio escuchado de la boca de un loco,
o simplemente una deformación profesional. 
Poco importa,
frente al horror (Unheimlich, para nosotros),
ante la presencia de un cadáver que nos interpela
y que, como a Antígona, nos empuja al acto
nos arroja a la ética.

Terrorismo. Occidente y Medio Oriente


Las creaciones del hombre son frágiles, 
y la ciencia y la técnica que han edificado 
pueden emplearse también en su aniquilamiento.
Sigmund Freud


Hoy en día otra guerra asola el mundo, la de un terrorismo sin tierra. Ya no el del 9/11. La alteridad de Occidente retorna con otro semblante. No se trata de una organización sino de células aisladas. Autogestionadas; autónomas.
Lo cotidiano actual carece de territorio. Para iluminar este punto podríamos preguntar si esta nueva guerra no se parece a Vietnam, donde el atacante aparece en cualquier momento de cualquier parte sin ser siquiera visto golpea y desaparece como una ráfaga. Pero no, se trata de otra cosa. No es una guerra de guerrilla como la que San Martín dejó a cargo de Güemes para defendernos del colonialismo del norte y cruzar los Andes. El vietcom defendía el territorio enviando al extranjero a su propio hogar… yankee go home. El vietcom permanecía agazapado en las entrañas de la tierra, salía de los túneles en medio de la naturaleza y volvía a desaparecer en la indiferenciación selvática. Aquí se trata de otra cosa. Lo enloquecedor irrumpe en medio de la metrópolis, una urbe mundializada.

Tras la caída del Muro de Berlín, acontecimiento conocido en Alemania como die Wende (el cambio), adviene el discurso único. Repetición mediática de la Idea hegeliana, Fukuyama y un nuevo fin de la historia. El capitalismo y la técnica co-inciden en la nueva empresa, Marx con Heidegger.
Pasada la Guerra Fría la guerra cambia de paradigma. La carrera armamentista por la conquista del mundo o del espacio frente al ejército rojo pasará a ser pretexto para las invasiones en las Guerras del Golfo, formas de un Neocolonialismo territorial. 
La técnica mostrará su esencia en la cibernética. Abriendo un nuevo campo de batalla: la informática. El acceso y el manejo de la información reconfigurará la guerra, que en el mundo globalizado será mediática. La época de la intriga y de los espías pasará al espacio virtual, configurando una red de sistemas de seguridad y de hackers, de bases de datos y de escándalos (Wikileaks).
La depuración interna, que había pasado de los campos de la raza a la ideología, al estilo del  macarthismo “democrático” o de las desapariciones dictatoriales, retomará su tarea de propaganda en el ámbito de la opinión pública, en la construcción del sentido común, al mejor estilo del periodismo de guerra. 

Tal como en la época del Dr. Insólito, la invasión a Playa Girón y la crisis de los misiles traza la orientación que dará lugar a las dictaduras en Latinoamérica, el impacto de las políticas liberales posteriores al surgimiento de la globalización —forma larvaria del Neoliberalismo— encontrará sus puntos de fuga en Chiapas y el movimiento de Los sin tierra. Voces… no ordenadas a la nueva encarnación de la Idea. Acontecimientos que, siguiendo el cause de la mariposa de Chuang Tsu, darán sus terremotos en los movimientos populares.

Ante el fracaso político y el colapso económico del discurso único, la empresa se lanzará a la construcción de un nuevo enemigo: el populismo. Pero, en tanto Latinoamérica exportará el populismo, Medio Oriente dará lugar al terrorismo, actualización de la alteridad de Occidente. 
Ambos acontecimientos se dan en el cruce con la repetición de la Idea Absoluta que rige Occidente, no ya Napoleón en Jena sino la Empresa Neoliberal. ¿Será posible extraer de éstos no un discurso sino las voces rechazadas?

La preparación del Vietnám soviético no sólo se llevará puesto a medio camino el Muro sino que terminará conduciendo las tropas al Golfo pérsico, los aviones contra Las Torres Gemelas y los atentados a las calles de Europa.
Bin Laden es producto de un mundo globalizado pero aún dividido por potencias occidentales, fue formado por USA contra una potencia pseudoriental. Al-Qaeda podría traducirse como “La Base”; también por fundamento o cimiento; sin dejar de señalar la connotación militar de la “base” producto de los campos de entrenamiento afganos. Nosotros podríamos decir “suelo”, lo que nos lleva al territorio. Tarkovsky decía poéticamente que Rusia mostraba su rostro en Europa pero que hundía sus raíces en Asia. Actualmente Oriente occidental es lo que en otro tiempo fue la Unión Soviética. Tal como la Rusia Comunista separaba a Occidente de Oriente durante la Guerra fría, en la época del terrorismo Cercano Oriente impide el contacto de Occidente con su Otro.

En tanto en la época del Comunismo un fantasma recorría Europa, el terrorismo sin tierra explota la representación, la imagen del mundo. En la superficie la representación podría ser la de otro lobo estepario, un autor solitario que trae el caos en medio del orden ciudadano.
Un conciudadano francés o alemán o estadounidense de “origen” musulmán se vuelve contra los otros ciudadanos. Irrumpe, ataca, asesina y se suicida. Una imagen posible podría ser la del cáncer: una célula del “propio cuerpo” se indiferencia, prolifera, se disemina y ataca a las otras células. Pero la imagen queda corta, aquí no hay cuerpo.
Tras la técnica y la globalización, los pueblos y las naciones han quedado desdibujados. La inmigración no es lo que era en la época del nacimiento de las naciones americanas. La inmigración sobre los Estados Unidos y Europa genera racismo, es decir, el envés de pueblo. Genera Haider/Hofer, los Le Pen, Petry, Trump, lo ultra y las consignas del Brexit: xenofobia.
La imagen cibernética de Hollywood tampoco alcanza. El señor Schmit tomando los cuerpos podría ser una imagen cercana, pero Schmit es el reverso de Neo, y aquí no funcionan los opuestos; los opuestos abren su juego en un campo común, una matriz que les brinda un espacio de juego. Esa imagen podría servir para la Guerra Fría, incluso para el terrrorismo de Bin Laden. Aunque para tal terrorismo la imagen hollywoodense por excelencia sería la de la destrucción de New York, por los japoneses o por Godzilla, King Kong o Mars Attack. Para lo que llamamos terrorismo de Bin Laden, “New York” o “Las Twin Towers” podría trasladarse a “puntos relevantes”, objetivos estratégicos, blancos posibles, lugares peligrosos. Ahora se trata de puntos blandos.
Si el terrorismo de Bin Laden es el del mundo del espectáculo este terrorismo es otra cosa, ha desmontado el espacio ficcional. Ha pasado de la mediación cinematográfica a la inmediatez y la afección teatral de los cuerpos desgarrando lo fantasmático. Fura del Baus entremezclada en un espacio común que toma y arrastra los cuerpos con Fuerza Bruta. La nueva guerra ha instalado en lo cotidiano un escenario sin escena —retorno real de lo rechazado por una era virtual—. Afectación de los cuerpos dentro de un teatro de operaciones. Artaud sin teatro, Thánatos sin Eros.

Pero, ¿podemos interpretar al terrorismo actual como una respuesta de Medio Oriente desde sí? O, ¿hay que pensar al terrorismo del Estado Islámico como una respuesta a Occidente? Es decir, ¿el campo de combate implica un cruce o se trata sólo de variables independientes?

Autor solitario, cada vez, cada uno: máxima individualidad. Célula sin reunión, sin plan, sin cuerpo: sin territorio. Atacando a individuos cualesquiera en cualquier parte. Irrupción. Individuación llevada al extremo pero sin grado de singularización alguna; en un espacio indeterminado; en un tiempo sin especificación. Indeterminación sin velos en medio del habitar. Irrumpiendo en el espacio cotidiano, sembrando terror en el espacio de la libre circulación diaria: una calle, una plaza, un restaurant, un boliche, un shopping. Desgarro de la trama de la realidad, de la realidad narrativa de lo real. Impacto sobre un espacio preindividual que posibilita el habitar.

Del terrorismo de Bin Laden podemos decir que atacó sobre lo temido, el terrorismo actual ha demostrado que no era lo temido, sino simplemente su representación fantasmática. También podríamos decir, que a su modo fue una respuesta a Occidente, a su sueño tanático.

La forma de combatir el terrorismo de Bin Laden también habla de lo que estamos intentando señalar. La respuesta fue La noche más temida, matarlo. Al terrorismo de Bin Laden, y por eso lo llamamos y lo conocemos así, Occidente reacciona personalizando el peligro, matando al líder, cortando la cabeza de Holofermes. En tanto, El Estado Islámico responde con la materialización de El llamado a la resistencia islámica mundial.  

El terrorismo de Bin Laden mostró dar consistencia al enemigo, era aún una guerra conocida. El de al-Souri lo hace implosionar, tiñiendo “el interior” con esta categoría, generando como defensa xenofobia, segregación y exclusión. Lógica que se corresponde con la identificación y la paranoia frente a la irrupción del envés del capitalismo: la anarquía, el caos, lo esquizofrénico.


Diálogo con:

Confrontación confesional, xenofobia y exclusión

 Por Eduardo Febbro

Desde París
Ben Laden y el entorno teórico de Al Qaeda están obteniendo una horrenda victoria póstuma a través del Estado Islámico. Las miles y miles de personas que mueren víctimas de los atentados en varias regiones del mundo tienen un origen teórico común, una decisión estratégica fundacional pactada por Estados Unidos y Arabia Saudita y un error garrafal cometido en Irak luego de la invasión de 2003. Esos tres elementos van a diseñar el espantoso mundo en el cual vivimos.
El jihadismo que conocemos hoy se nutre de tres fuentes. En primer lugar, es hereditario de la política que Washington y Riad implementaron a finales de los años 70 (1979) mediante la cual islamizaron, con la ayuda de Bin Laden, la resistencia interior contra la invasión soviética de Afganistán. Por ese diseño pasó también, aunque con otras intenciones, una multinacional argentina, Bridas, cuando, antes que los enceguecidos norteamericanos, va a descubrir la utilidad de los talibanes en su proyecto de trazar el recorrido de un gasoducto de cerca de 1500 kilómetros que iba dese Turkmenistán hasta Pakistán. En segundo lugar, los atentados en Occidente se inspiran en una obra teórica de 1.600 páginas escrita por Abou Moussab al-Souri, el teórico de la tercera jihad y ex mano derecha de Ben Laden. Este sirio nacido en Alepo hace 60 años plasmó en en el libro “Llamado a la resistencia islámica mundial” lo que el Estado Islámico está llevando a cabo en la realidad, o sea, la Jihad global del pobre. La obra, aún accesible en internet, se ha convertido en una biblia y en el manual de iniciación básico para todos los candidatos a la guerra santa contra Occidente. El tercer elemento es la invasión de Irak, la disolución de la policía y el ejército iraquí decidida por un analfabeto critico de las relaciones internacionales, el administrador civil de Irak, el norteamericano Paul Bremer, el montaje posterior de un gobierno iraquí de mayoría chiíta pero tan violento como corrupto y el aislamiento de la minoría sunnita en el seno de la cual estaban los altos mandos del ejercito iraquí, los servicios secretos, los miembros del partido Bass y la policía, hoy espinas dorsales del Estado Islámico.
Pero la cuna es siempre una combinación de la confrontación durante la llamada Guerra Fría entre las dos potencias, Estados Unidos y la entonces Unión Soviética, los intereses gasíferos y petroleros, Irak y el extremismo islamista, el cual, con la ayuda de Arabia Saudita, Estados Unidos y Pakistán, será propagado, armado y entrenado por la primera potencia mundial con el objetivo de desalojar al ejército rojo de Afganistán. Todos los hechos terminan componiendo el eslabón de una cadena que llega hasta nuestros sangrientos días y en la cual el libro de Abou Moussab al-Souri es una pieza fundamental. El “Llamado a la resistencia islámica mundial” es, ante todo, el producto del desacuerdo entre Osama Bin Laden y Abou Moussab al-Souri, nombre de guerra con el que remplazó al auténtico, Mustafá Setmariam Nassar. Al-Souri estaba totalmente en contra de actos terroristas tentaculares y espectaculares como el que Bin Laden cometió en Estados Unidos en septiembre de 2001. Para él, ese tipo de estrategia sólo podía acarrear consecuencias destructoras porque accionaban dos resortes de una potencia con una capacidad de intervención militar enorme: primero, el aumento de los créditos militares, dos la invasión de los llamados “territorios cuna”, es decir, Afganistán. No se equivocó, el 11 de septiembre atrajo a Estados Unidos a Afganistán y esa expedición militar terminó con el desmantelamiento casi total de Al Qaida. La ex cabeza pensante de Bin Laden criticó a su jefe en un correo electrónico donde decía: “nuestro hermano fue contaminado por la enfermedad de las pantallas, los flashes, sus admiradores y los aplausos”. Abou Moussab al-Souri propuso cambiar la meta y apuntar no hacia los Estados Unidos, país muy alejado y potente, sino hacia lo qué el llamaba “el vientre blando” de Occidente, es decir, Europa. Para ello, el sirio -más tarde nacionalizado español en virtud de su matrimonio con una española–, inventó el término de “nizam la tanzim”, un “sistema pero no una organización”: es decir, una estructura terrorista compuesta por células auto gestionadas, sin lazo con un órgano central, una suerte de jihad horizontal autónomo, separado de cualquier idea piramidal. Ya hemos visto su eficacia en los últimos años. Internet y las redes sociales serán en esa visión otro aporte clave porque ambos, en la idea de al-Souri, ocupan el lugar de las mezquitas o los imanes. Sin contacto físico, sin frecuentación de lugares vigiladas, los individuos se empapan en esa opción.
En su libro, Abou Moussab al-Souri calculó las consecuencias en el seno mismo de las sociedades occidentales: confrontación racial, xenofobia y exclusión por parte de los occidentales y, por consiguiente, radicalización de los musulmanes víctimas del racismo. Por curioso que parezca, ninguno de los muy publicitados servicios de inteligencia de las potencias mundiales prestó la debida atención a ese libro. No sólo aún se lo encuentra en Internet sino que, además, tras los atentados del 11 de septiembre de 2001, las decenas de think tank que se crearon en Washington para pensar el mundo gozaban de créditos millonarios pero sufrían de una falencia absurda: en esos think tank casi nadie hablaba árabe. El Estado Islámico aplicó con letra de sangre esa yihad horizontal pero también introdujo blancos nuevos que no estaban en el libro de Al-Souri: Arabia Saudita, Yemen, Túnez, Libia, Turquía y Rusia con el atentado contra el avión ruso derribado el 31 de octubre de 2014 por el ISIS. Las peregrinaciones de Abou Moussab al-Souri no están tampoco exentas de interés para comprender las barrabasadas cometidas por los servicios de inteligencia. El sirio fue arrestado en 2005 por los servicios secretos de Pakistán cuando huyó de Afganistán y entregado a Estados Unidos. Washington tenía la perla entre sus manos pero se la entregó a la Siria de Bachar el-Assad en 2011 (otras fuentes hablan de 2007). Assad lo liberó el mismo año con una intención semejante a la que llevó a Washington a armar la resistencia afgana: islamizar las revueltas árabes que estallaron en 2011 y, con ello, restarles legitimidad. Hoy nadie sabe donde está.
El perfil de guerra confesional que Estados Unidos, Arabia Saudita y Pakistán trazaron en torno a Afganistán explotó en las manos de todos. Ningún cerebro de la CIA o la NSA previó la expansión posterior. La mayoría de los llamados “hombres más buscados” por Estados Unidos fueron, en su momento, aliados de esos tres países. Los llevaron a Pakistán, los adiestraron en las famosas escuelas coránicas de Peshawar y luego los soltaron en Afganistán con armas en las manos. “El enemigo es fuerte y poderoso, nosotros somos pobres. La guerra será extensa”, escribió Abou Moussab al-Souri en su libro. El Estado Islámico se empapó en esa literatura y llevó a la realidad esa guerra “nizam la tanzim”, es decir, el sistema de lobos solitarios que azota a Occidente. Su yihad descentralizada se extiende ahora por las capitales del Viejo Continente, y más allá: la matanza de Niza, el atentado en el aeropuerto de Turquía, el atentado en el aeropuerto de Bruselas, las matanzas de París, y, en estas horas, tal vez Monich. Abou Moussab al-Souri conocía muy bien ese “vientre blando” de Occidente. Vivió exiliado en Francia, en Londres y luego, con su esposa, en Andalucía. Abou Moussab al-Souri presidió el nacimiento de las dos primeras yihad e inventó la tercera. La primera se articuló contra el ejército soviético en Afganistán: la segunda contra la invasión norteamericana de Irak en 2003 y, esta, la tercera, una fuerza heredera de cada uno de esos hechos, el Estado Islámico, la siembra en occidente. La obra de Abou Moussab al-Souri no habría tenido la influencia que tuvo si Estados Unidos y sus lacayos no hubiesen despertado y alimentado el islamismo radical, si no hubiesen luego fracturado de una manera espantosa Irak. A ello se le sumaron la exclusión, el racismo y el desprecio de que son objeto los musulmanes en Europa. Las palabras de al-Souri se convirtieron en semillas de bombas humanas que no sólo destrozan vidas en París sino, también, en Irak donde, casi en silencio, centenas de vidas humanas desaparecen tragadas por bombas activadas hace mucho por las potencias occidentales.

Un niño que juega

“Cuando era niño, podía recordar todo,
 hubiese sucedido o no...”
Jorge Luis Borges


Donald Winnicott (1896-1971) trabaja como pediatra desde 1923 en servicios hospitalarios con niños —en donde permanecerá hasta 1963—.  Descubre el psicoanálisis a través de un libro de Freud, y decide analizarse. Lo hace con James Strachey antes de la guerra, y luego una continuación con Joan Rivière. Habría comenzado a analizarse con Klein si ésta no lo hubiera rechazado con el fin de encargarle la terapia de su hijo menor. 
En 1923 Freud se encontraba teorizando en Viena, Ferenczi en Budapest; Anna Freud y Klein iniciando sus investigaciones en el campo del psicoanálisis infantil. En 1926 Ernest Jones invita a Klein para trabajar y dar conferencias en Londres; lo que había despertado recelo y resistencia en Berlín y en Viena, despertó un vivo interés en la Sociedad Británica de Psicoanálisis. En medio de un clima de diálogo e investigación, de discusiones clínicas y teóricas, Winnicott da el paso de la pediatría al psicoanálisis. Trabajando hasta el final de su vida en el análisis con niños.
En el libro Historia del psicoanálisis infantil de Claudine y Pierre Geissmann, Winnicott ocupa poco menos de dos páginas. En las cuales se destaca su lugar “intermedio”, “independiente”, dentro de la controversia que se produjo en el seno de la Sociedad británica luego de 1938, entre el grupo Kleiniano y el Annafreudiano. Conformando el Middle Group o el grupo de los llamados independientes. Winnicott se mantuvo al margen de la polémica. No buscó el poder, no creó ninguna escuela, y no se consideró a sí mismo un maestro del pensamiento. 
Su relación con Melanie Klein duró más de treinta años, respetaba tanto a la persona de Klein como a su obra —de la cual se consideraba, junto con la de Freud, en deuda—, pero no integró el grupo de los kleinianos, a los cuales pensaba como un clan (debido justamente a su funcionamiento grupal) nocivo tanto para la propia Klein como para la Sociedad británica de Psicoanálisis. 
La crítica que efectúan los Geissmann sobre Winnicott es que no nos podemos apropiar de él, y que el juego del garabato (squiggle) no es una técnica. Aunque justamente en esto reside la riqueza de Winnicott.
El libro está estructurado a partir del comienzo y de las divergencias; de las pioneras en lo clínico, en lo teórico, y en lo regional; de las escuelas y de las controversias; de las invenciones, de los aportes (principalmente) técnicos, y de las aplicaciones.
Podemos pensar que este libro sobre la historia del psicoanálisis infantil se estructura a partir de lo que son —o de lo que han sido— las escuelas en el psicoanálisis. Pero la historia de éstas son los avatares políticos de las sociedades psicoanalíticas. Se refleja entonces la enorme dificultad que experimentan los psicoanalistas para estar a la altura del legado freudiano. 
La pelea por la sucesión abierta por los postfreudianos fue sostenida emblemáticamente por Melanie Klein y por Anna Freud. Lo que organiza este libro es esta lucha. Las sociedades psicoanalíticas no han podido pensar su agrupamiento desde la enseñanza que se desprende del psicoanálisis; no pudiéndose diferenciar, por lo tanto, de cualquier otro tipo de agrupamiento social. Más allá de las rivalidades imaginarias y de las disputas políticas, y aun de las conclusiones teóricas a las que arriban, esta cuestión deja entrever que la formación de los analistas implica siempre y renovadamente (cada vez y por cada uno) la aprehensión de la experiencia que abre el descubrimiento de Freud. Debido a esto nos encontramos a cada paso con las mismas preguntas, hechas desde contextos y estilos diferentes, y aun con las mismas dificultades y resistencias.
Que Winnicott no entrara en las virulentas disputas de la Sociedad Británica, que conforme el grupo independiente, no habla, de ninguna manera, de un pensador solitario. Él estaba en medio de la Sociedad Psicoanalítica, y aquí “en medio” quiere decir “bien metido”.
El lugar de pensador solitario, en psicoanálisis ha quedado reservado exclusivamente a Freud, y sólo en aquellos primeros años; en él, a partir de su intercambio con los discípulos, también se dio una producción ligada a lo que estaba ocurriendo en las sociedades analíticas, a cómo era recepcionado el psicoanálisis por los psicoanalistas.
Lacan decía que la única resistencia en juego en el psicoanálisis, y esto debe leerse también “al” psicoanálisis, es la del analista. Desde aquí podemos pensar ya no en un plano diacrónico las diferentes escuelas del psicoanálisis infantil, sino desde un plano sincrónico lo que éste siempre pone en juego. Y sobre esto Winnicott tiene algo que decir, ya que su aporte da en el blanco.

El objeto

Ya es tiempo de comentar que voy a hacer trampa, bueno, ya la hice. En realidad voy a hablar de Winnicott pero desde Lacan.
Lacan ubica en el objeto transicional de Winnicott aquello a partir de lo cual formula “su” objeto a. Al objeto primero que llamamos pecho para funcionar en la ruptura del vínculo con el Otro, le falta la plena ligazón con éste —del cual ese pecho no es—. El problema es saber cómo el niño sale de la satisfacción para construirse un mundo. El seno no es el lazo que hay que romper sino su primer signo, la primera forma, la que vuelve posible la función del objeto transicional.
El objeto transicional que Winnicott recibe de las manos del niño le permite a Lacan desmitificar la función del objeto llamado parcial, pensado sobre la base de las pretendidas relaciones de desarrollo de lo pregenital a lo genital. La presencia de ese cachito de trapo que el bebé manipula, interfiere la relación del niño y la madre. Ese pedacito de sábana, ese cachito manchado al que se aferra el niño, ese primer objeto de goce, ya no es el seno de la madre (el que nunca permanece), sino aquel siempre al alcance: el pulgar de la mano del bebé. 
El objeto transicional tiene el carácter de cesión del objeto que hace surgir la cadena de objetos cesibles, que son o pueden ser equivalentes. Ese objeto es una puntita arrancada a algo, a un pañal por ejemplo; y bien se ve que en la relación a ese objeto el sujeto halla soporte. El niño no se disuelve en él sino que se conforta en él, es en cierto modo el suplente del sujeto. Ese objeto es la relación, sobre algo que secundariamente reaparece después de esa desaparición. Lacan habla entonces de un sujeto mítico —ya que no está en el origen—, precedido por el objeto a. El objeto a comanda, el sujeto como tal funciona al principio a nivel de este objeto transicional.  
El Fort-Da de Freud es el lugar por donde el sujeto entra en lo simbólico, haciendo surgir lo que Winnicott llamó objeto transicional: la pequeña pelota del juego freudiano.
No hay Fort ni Da sin Dasein marca Lacan, el significante no es sin él, pero a la vez remarca que no hay Dasein aún en el Fort. El sujeto brota en la donación que es el Fort-Da freudiano. La Urverdrängung, la represión originaria, sitúa Lacan en el vacío, en la ausencia absoluta de Dasein. Sobre esa nada, la que obtura el objeto a, asienta al sujeto —que éste divide—.
En este juego inaugural no hay sujeto, debido no sólo a que se dé en el trasfondo de la presencia-ausencia de la madre, sino a que apoyándose en la pequeña bobina el par de opuestos lo engendra. El lenguaje no designa al sujeto, lo dona. Puesto que en el origen no está el sujeto, no hay Dasein sino en el objeto a.

Dando vueltas

Ahora retomemos esto desde el juego freudiano. Lacan dice que en el Fort-Da se da el ingreso en lo simbólico. Allí ubica el primer par de opuestos que engendran al sujeto, el que se sostiene en el objeto que lo precede. Lacan dirá que el niño en ese juego se ejercita. Pero marcará allí la captura que efectúa el lenguaje sobre el niño. En el juego inaugural entra en juego el lenguaje. El significante representa un sujeto para otro significante. 
Esquematizando queda:

 s s’  
S

Pero el sujeto se sostiene en el objeto, entonces tenemos que:

    a
  s s’   
      S

Entre un significante y otro, en el intervalo, se sitúa tanto el sujeto como el objeto. Si rotamos el esquema y sacamos la barra, reconocemos que lo que queda es la fórmula del fantasma.

           s
S <> a
              s’

En lo imaginario surge el espejismo del deseo. El fantasma integra el objeto que divide al sujeto. La fórmula que condensa el goce del sujeto, la frase que lo coagula.
De esta manera, de pronto hemos pasamos sin transición del pecho al objeto, ya sea el de Winnicott o el de Lacan, y del Fort-Da al sujeto dividido o al Dasein de Heidegger. En el recorrido se nos perdió el niño y la clínica del psicoanálisis infantil.
Si pensamos, por otra parte como lo captamos en la clínica, que en la infancia esta instancia aún no existe. Y no existe justamente porque la función del objeto a, la de partenaire sexual del sujeto, surge haciendo caer la infancia; produciendo el salto a la adolescencia, luego del llamado por Freud período de latencia. Lo que cae entonces, dando paso al fantasma, es el juego. Aquello que en psicoanálisis infantil permite operar al analista.
Si retomamos el esquema, borrando el fantasma que no hay en la infancia, nos queda el juego en medio del par significante, taponando el vacío:

             S 
Juego
            S’

El juego en el niño se encuentra tensionado entre el lenguaje y la sexualidad. Si en el adulto el fantasma enmarca el deseo, en la infancia, en el tiempo de espera, el juego vela la sexualidad (latente). Winnicott destaca que el elemento sexual queda fuera del juego, y que cuando éste aparece el juego se detiene.
E incluso podemos ubicar a ambos lados de este “Juego” aquello que en la historia del psicoanálisis infantil los psicoanalistas fueron teorizando para intentar dar cuenta de la especificidad clínica, es decir transferencial que se da aquí.

    s
niño Juego Objetos parciales
    s’

Según dónde nos posicionemos, si del lado de la vertiente del niño (vertiente educativa), o del lado de la vertiente de la proliferación de objetos parciales (vertiente fantasmática), estaremos pensando las dificultades que han obstaculizado a los analistas pensar la especificidad del psicoanálisis infantil. Del lado del annafreudismo podemos pensar en una investigación que tienda a un fundamento, a técnicas, a procedimientos que tengan una finalidad normativa para el niño, que hagan pasar sus experiencias por una serie de fases típicamente educativas. Y del lado de Klein podemos hacer referencia a la crítica de Winnicott que se concentra en destacar que Klein habló del juego del niño para hacer uso de él, para ir en busca de las fantasías inconscientes que supone detrás del mismo; es decir suponiéndole a la escena lúdica un fantasma. Suponiendo un relato al teatro del absurdo. 
Forzando la cosa para traer al juego el sentido y el sinsentido, con la mira puesta en el Seminario 23 de Lacan, podemos traer a cuento a Joyce pero como desabonado del inconsciente. En el análisis con niños encontramos que sobre la escena lúdica se concentra goce desde un relato que le ek-siste, en términos freudianos podríamos decir con un relato que coexiste al tiempo de la espera de la pérdida de los objetos primarios. 
El espacio del juego es aquel en el que Winnicott trabaja (más allá de su teorización sobre el self); quizá sea en este sentido que estuvo en el medio —y no sólo de las escuelas y las controversias, sino de la clínica y del campo freudiano—.

El juego divino

A partir de aquí nos queda pensar el juego. Al menos abrir líneas de fuga sobre la esencia del espacio de juego. En Realidad y juego Winnicott lo introduce comentando a Milner quien trabajó sobre la formación de símbolos. Quiero traer aquí esa cita:

Los momentos en que el poeta primitivo que hay en cada uno de nosotros nos creó el mundo exterior, al encontrar lo familiar en lo desconocido, son quizás olvidados por la mayoría de las personas, o bien se los guarda en algún lugar secreto del recuerdo, porque se parecen demasiado a visitas de los dioses como para mezclarlos al pensamiento cotidiano.

Apoyándome en esta frase quisiera que acudamos a lo sagrado para pensar en el juego. En el panteón griego no encontramos, al menos no de inmediato, al dios que preside el juego del niño. Los dioses griegos tienen diversos terrenos de incumbencia, rigen diferentes esferas tanto de la phýsis —de las potencias naturales— como de los ámbitos de los mortales. El juego es uno de estos ámbitos. No el juego de los adultos, que para ellos no estaba desligado de lo divino, trazado desde la competencia, el agón, sino el juego del niño.
Con respecto a este ámbito enseguida recordamos la frase de Heráclito, el fragmento 52, que dice: El tiempo es un niño que juega, dispone las piezas: reino de un niño. Notando que la sentencia une el tiempo al juego del niño; y que además nos habla de un reino.
Entre los antiguos fragmentos órficos encontramos un dios que guarda relación con el juego del niño, un dios que será nombrado en otra sentencia de Heráclito, el mismo dios que rige el juego teatral de la tragedia:

Los misterios de Dioniso son absolutamente inhumanos. Cuando él era todavía un niño, y mientras los Curetes danzaban en torno a él, los Titanes se introdujeron con astucia y, después de engatusarle con juguetes infantiles, esos mismos Titanes lo despedazaron, aunque era todavía una criatura, como dice el poeta de la iniciación, Orfeo el Tracio:
El trompo, el aro, las muñecas articuladas
Y las espléndidas manzanas de oro de las rumorosas Hespérides.
Clemente de Alejandría

Dioniso aparece ligado al juego, con atributos de niño: juguetes. Paradójicamente cuando se lo nombra como niño aparece despedazado. También se da así cuando tiene en sus manos un espejo:

…se dice que Hefesto le hizo un espejo a Dioniso, 
y que el dios, al mirarse en él y contemplar su propia imagen,
 se decidió a crear toda la pluralidad.
Proclo

Otro fragmento une ambas figuras del dios:

Porque Dioniso, cuando vio su imagen reflejada en el espejo, se puso a perseguirla,
 y en consecuencia se hizo mil pedazos. Pero Apolo lo recompuso y le devolvió la vida…
Olimpiodoro

“Persiguiendo su imagen”, como el infante en el espejo de Lacan. El mundo es el dios en el espejo, la forma como Dioniso, al detener su imagen en el espejo, se contempla.
Dioniso surge de la contemplación de la vida entera. Pero cómo abarcar la vida en una mirada de conjunto. Es el dios de la contradicción, es vida y muerte, alegría y tristeza, éxtasis y congoja, benevolencia y crueldad, cazador y presa, toro y cordero, macho y hembra, deseo y desasimiento, juego y violencia. En el éxtasis orgiástico Dioniso rompe la individualidad del poseído. Pero Dioniso no persigue realizar el acto sexual. La bacante para no ser presa sexual, se transforma en cazadora.
En Dioniso las imágenes ligadas al juego y a la niñez, al éxtasis y al culto orgiástico se dan a la vez. Dioniso mientras juega mata; ríe con rostro de mujer y al mismo tiempo destruye; pone en juego la violencia.
Luego de este rodeo podemos introducir el fragmento 15 de Heráclito, que cuando nombra a éste dios dice que son lo mismo Hades y Dioniso.

El ámbito del juego

Primero el fantasma y ahora los dioses… Se preguntarán qué tiene que ver esto con la clínica de niños… Qué tiene que ver esto con la esencia del juego del niño.
Un niño que juega subvierte el orden del mundo. Con sus pequeños objetos, con sus juguetes, si es que lo son —ya que cualquier cosa puede adquirir ese estatuto— crea, disuelve, y vuelve a crear ¿qué? Un mundo, y luego otro, y otro, y otro más…
Un niño que juega nada sabe de la estabilidad y de la presencia, de lo presente y del ente; sin embargo hace tambalear ese invento de los adultos. Un niño que juega, como el poeta, funda. En las manos de un niño que juega Heráclito deposita el secreto de la phýsis, que ama ocultarse. En el reino de un niño que juega todo —tà pánta — puede devenir otra cosa.
El tiempo de Heráclito, el que enciende y apaga el cosmos según medida, es el oscilante reino de un niño. Un niño que juega sin porqué. Y que, como un prestidigitador o como Dioniso, hace que todo aparezca y desaparezca, que se esfume y que luego retorne bajo otra luz. El juego de los niños descubre la alétheia, que nada tiene que ver con la veritas, que nombra al tiempo, así como al evento del ser, y la creación del poeta.
El juego del niño es el reino donde dirigió su mirada Heráclito; así como, recogiendo la seña, Heidegger habla del evento que abre el espacio de juego temporal, el recinto donde la decisión del ser separa, divide, distingue, las épocas de su historia.
Lacan nos muestra que el Fort-Da es la fuente a la cual fue llevado Freud para pensar el inicio de lo simbólico y la compulsión a la repetición; luego de haber meditado desde el juego tanto el fantaseo del neurótico como la creación del poeta.
Winnicott fue conducido al jugar desde su práctica, por los interrogantes que en él generó; allí instaló el entre en el cual se da desde la cultura hasta la creación.
Si pensamos desde la esencia del jugar del niño vemos como cada uno de estos planteos responde a este topos. Cada uno de ellos nos habla de la esencia del juego. Heráclito abre el reino, desde donde Heidegger se adentra en lo que esencia en la historia del ser; Freud ingresa en el recinto donde surge lo simbólico y Winnicott nos muestra como introducirnos en el juego del niño para destrabar lo demorado. 

El reino de un niño

En 1971, seis meses antes de su muerte, Winnicott es invitado por un grupo de pastores anglicanos a tener una charla. En el curso de la conversación los religiosos le preguntan sobre un problema que los tenía preocupados: cómo podían distinguir entre una persona que se acerca a pedirles ayuda pero que en realidad está enferma y necesita un tratamiento psiquiátrico, y otra para la cual el hablar con un religioso le permitiría ayudarse.
Winnicott en principio queda desconcertado por la sencillez del planteo; guarda un largo silencio y luego les dice:

Si una persona va a hablar con ustedes y al escucharla tienen la sensación de que los aburre, eso significa que esa persona está enferma y que necesita un tratamiento psiquiátrico. Pero si, sea cual fuere la profundidad de su infortunio o de su conflicto, el interés de ustedes se mantiene sin decaer en ningún momento, entonces podrán brindarle una ayuda eficaz… 

La respuesta nos habla de la experiencia de Winnicott, y de la incidencia en su pensamiento del juego, desde donde piensa la clínica con niños y los análisis de sus pacientes adultos. Hacia dónde señala Winnicott con esta simple respuesta.

Demos ahora un último rodeo. Hölderlin, el poeta de los poetas, se rompía la cabeza meditando sobre la poesía, en sus Ensayos articula la poesía con el ritmo, pero no con el ritmo en el sentido de la rima, sino… ¿cómo decirlo? “Con el encanto”. Trabaja desde los cambios de tono; en los diversos grados del entusiasmo. Articulando la poesía al que la escucha arma algo así como un pentagrama musical. En esta escala, en este subir y bajar ubica la vocación y el deleite del poeta. 
Para percibir lo que acontece con el sujeto y el mundo en el juego del niño piensen en lo que ocurre al escuchar un poema; en lo que sobreviene al oír una melodía, o al presenciar el ambiente fluctuante de un recital. Recuerden lo que sucede por un instante frente a algún paraje natural: ante la extensión del mar, en el silencio del campo, bajo una tempestad, al pie de una montaña o al borde de un barranco. También podemos acudir al arrobamiento provocado en la contemplación de una obra de arte: una pintura, una escultura. Recuerden lo que aguijonea mientras leemos un cuento, pero no cualquiera, sino aquel que como se diría “toca las fibras más íntimas”. Piensen en el dolor, en el desgarro, que se da frecuentemente al terminar de leer una novela, al perder ese mundo. Evoquen la oscilación de los climas que produce la intimidad de la representación teatral. En la tensión, el suspenso, el terror, que induce una película en el cine. Pero también en esa palabra esperada de la persona amada, la que al ser pronunciada abre un mundo, o en cuando éste se derrumba al salir de la misma boca la palabra menos deseada.
El hombre se transporta, y se transmuta, al menos por un instante, pierde pie, abandona su mundo habitual. Luego regresa a su mundo, retorna a la monótona repetición de su frase fantasmática —la que lo sujeta, lo amarra—. 
El niño, en cambio, debe incesantemente crear su mundo en el juego, crearlo para habitarlo, para alojarse en él; y, de esa manera, sostenerse frente el discurso que le viene del Otro. Del narcisismo de los padres, de sus requerimientos de goce, que articulando velan el plano del lenguaje.
En los casos graves en la infancia lo que encontramos no es la falta de juego, es decir “nada de juego”, sino la inmovilidad de “un juego”, que impide que se despliegue el juego. Hallamos la fijeza de algún juego que impide que se despliegue el movimiento del jugar del niño. La esencia del jugar del niño es pasar de un juego a otro. En contraste con el fantasma que conserva, cristaliza, congela. El fantasma es puro abono al inconsciente, pero el juego es poético —como el lenguaje—.
En la clínica con niños, a veces, nos perdemos en lo que juega un niño en cada período. Lo importante es que juegue. Que su juego responda a la esencia del jugar infantil, es decir que pase a otro juego, una y otra vez. A veces el movimiento es tan vertiginoso que el niño ya está en otro juego, mientras el analista queda atrapado en el juego anterior.
El juego no tiene la fijeza del neurótico sino quizás la fragilidad del delirio que se ramifica. Cada vez que cae el juego se derrumba un mundo. Si el jugar no se detiene es que levita sin dolor, y el niño sigue jugando. Los significantes se reordenan en otro sentido; se anudan, se desanudan, se reanudan. Se desplazan las piezas, se establecen nuevamente en el tablero al estilo en que Carroll dispone el movimiento de Alicia a travez del espejo. Con el juego se trasmuta el mundo, y el niño espera.