Mientras Occidente encuentra su razón en el Lógos, en Oriente la palabra china Tao encamina distintas corrientes, que destinan
otras sendas al pensamiento; en ella Lao Tse recoge la metáfora del curso del
río que viene del poniente. Estas simples palabras abren las vías de diversos
senderos.
Dejemos que Tao
nos oriente; quizá trabajando desde algo que nos resulta extraño y lejano,
desde un pensamiento poético ajeno a la tradición de la que provenimos, lleguemos
a meditar la pregunta: ¿qué es Occidente? Dado que la respuesta que se dé a
este interrogante decidirá, a la vez, qué es Oriente.
Crítico de su época Lao Tse se retira del antiguo imperio
chino, dirigiéndose al exilio. Según el historiador Sima Qian (145-86 a .C.) los escritos poéticos
que legó antes de dirigirse al ocaso fueron confiados a Yin-hi, el que
resguarda la frontera con el Tibet y la India. Dejando su Tao… se alejó. Nadie supo decir adónde lo
llevó su camino.
Los estudiosos chinos suponen que Lao Tse[1]
no pudo haber vivido antes del final del siglo IV o del comienzo del siglo III
a.C. Esta época corresponde a la última etapa de la dinastía feudal de los Zhou
(1121-256 a .C.),
y al inicio del llamado período de los Reinos Combatientes (453-222 a .C.), que culmina con el
primer Imperio Chino, el de los Qin y de los Han (221 a .C.- 220 d.C.), que cae
por la invasión de los bárbaros. Los textos previos al s. III a.C. no hacen
mención a la existencia de Lao Tse, a ninguno de sus dichos, ni a anécdotas de
su enseñanza. Una de esas anécdotas cuenta que sus contemporáneos lo llamaban “Li-Ar”,
orejas de ciruelo, por tener orejas más grandes de lo normal; luego recibe el
nombre de “Li-Tan”, orejas largas, que posteriormente los seguidores sustituyen
por “Lao Tzu”: viejo sabio.
En las comunidades campesinas de la antigua China la
palabra “tao” nombraba el “curso
universal”, curso al que los hombres debían ceñirse para recibir sus efectos
benéficos. Como “camino” pasó a representar la ley que rige la vida del hombre:
la felicidad y la desgracia, los éxitos y los fracasos, el nacimiento y la
muerte. Esta idea arcaica se inscribe en una recopilación: el I Ching (El libro de los cambios); sobre ella poetizan Confucio y Lao Tse,
considerados contemporáneos por la tradición[2].
Producto del influjo del budismo el taoísmo toma la forma,
aunque no la esencia, de una religión, con monjes, ritos, etc. El budismo, proveniente
de la India , aparece
en China a comienzos de nuestra era[3];
el taoísmo influye notablemente en él, especialmente en la escuela Chan, ligada
a la meditación, que se hará conocida en Occidente a través de su versión
japonesa: el budismo zen. Posteriormente, el taoísmo sufre numerosas oscilaciones:
meditación, alquimia, magia, dejando atrás (en estas evoluciones) el impulso
inicial: el poema de Lao Tse, y al otro maestro taoísta: Chuang Tzu[4].
Tras la caída de la dinastía Han, la invasión de los bárbaros abre un período
de desorden y crisis. El confusionismo atraviesa un ocaso temporal, tomando su
relevo el taoísmo y el budismo. Estas tres corrientes de pensamiento se
mantendrán a través del tiempo, estableciendo la idiosincrasia del pueblo chino[5].
En el siglo XVII, el Ching
cautivará a los primeros misioneros occidentales. Su aprendizaje era
indispensable en la formación de los letrados y funcionarios del Estado chino,
quienes se veían sujetos a exámenes sobre el mismo. Los monjes cristianos, al
igual que el canon confusionista, dejarán de lado el Tao y al taoísmo. Se alinean con los letrados del confusionismo, en
tanto éstos pudieron mantener su influencia en la corte imperial (s. XVIII); viendo
al budismo como el único rival de la religión católica. Estos acontecimientos históricos
muestran la afinidad de estos tres; así como la extranjería del Tao, respecto a la divina trinidad
gobernante.
[1] Del que, como nuestro Homero, se duda que haya existido.
[2] Ver Sabiduría china, de Lin
Yutang, Biblioteca nueva, Argentina, 1959.
[3] Ver Antigua poesía budista. La
serpiente y otros poemas del Sutta Nip@ta, por Fernando Tola y Carmen Dragonetti, Editado por la Fundación Instituto
de Estudios Budistas, Buenos Aires, Argentina, 2001.
[4] Ver Chuang-Tzu, Traducción
Carmelo Elorduy S.J., Pensamiento Filosófico, Monte Avila Editores, Venezuela,
1991.
[5] Ver Historia de la filosofía,
Volumen 11: La filosofía en Oriente (La
filosofía islámica, india y china hasta nuestros días), Dirigida por Yvon Belaval,
Siglo XXI editores, 1985.