De los jeroglíficos a los ideogramas
Aquí salimos de la profundidad del agua. Con precarios
elementos, sin ser versado en la historia en la que se inscriben estos versos,
ni en la escuela taoísta a la que pertenecen, ni en la lengua china; contando
sólo con algunas traducciones de los poemas, y con escogidos exégetas; pero con
el cuidado que este pensamiento poético merece, quisiera arriesgar un
comentario, realizando un pasaje por lo que nos es extraño, intentando abrir un
diálogo, inesquivable, con esta milenaria tradición. Tal vez el diálogo nos
permita orientarnos en nuestro propio asunto[1].
Previamente a todo lo que podamos decir, es preciso
comenzar por la palabra “tao”. El
ideograma que representa a Tao es el
mismo que el de “camino”, significado originario que continúa connotando —recordemos
que aquí estamos trabajando con una lengua viva—. Para realizar la traslación algunos
traductores optan por “camino”, “camino celeste” o “regla”; indicando un camino
normativo y dogmático, ligado al sentido primigenio de “curso universal”, las
normas de conducta establecidas por los antiguos reyes. Luego se desliza hasta
cubrir el campo semántico de “proceso”, de allí será “método”, “procedimiento”.
Otra traducción tiende a volcarlo en nuestra “razón”, posiblemente debido a las
versiones de los misioneros cristianos del siglo XVIII, donde sólo es tenida en
cuenta la vertiente lógica y discursiva del lexema; sin embargo el lógos [lo/goj] occidental, la ratio, es representado entre los chinos con
el símbolo del Dragón [Lung].
La escritura ideográfica, a diferencia de la escritura
alfabética, guarda íntima relación con el mostrar; mientras nuestras letras
privilegian lo explícito del concepto la grafía china recoge las insinuaciones
de la imagen; un antiguo proverbio dice: “mejor mostrarlo una vez que decirlo
cien”. En China, entre todas las artes el lugar eminente lo ocupa la pintura; la
naturaleza de la escritura ideográfica, devenida en arte con la caligrafía, ha acostumbrado
a este pueblo a percibir las cosas desde los rasgos que las caracterizan.
La representación gráfica de Tao se compone con dos caracteres simples, de los cuales uno
corresponde a “cabeza” y el otro a “marchar”. A partir de estos trazos podemos
hablar de “la cabeza que se ve avanzar primero por el camino”, la que marcha
delante, guiando todo lo que viene detrás. Cuando en De camino al habla[2]
Heidegger se detiene en el Tao, el
primer significado que señala es “camino”. Allí nombra al Tao de Lao Tse como “el camino que todo lo encamina”, frase que juega
con otras resonancias. Pero Tao también
nombra al habla, pues es “decir” y “hablar”. Es entonces camino y habla; en él se
despliegan yuxtapuestos los campos semánticos que abren el caminar y el hablar.
Es “vía”, “curso”, “recorrido”; “proceso”; del mismo modo es “decir”;
“explicar”, “conocer”, y “conjeturar”; luego deriva en “instruir”, en
“doctrina” y “enseñanza”.
Las diferentes traducciones que encontraremos a nuestro paso
hablan no sólo de la polisemia característica del lenguaje, sino de la materia del
verso. En chino para efectuar la lectura es necesario llevar la puntuación al
texto; esto transforma cada vez el sentido. Dentro de la familia lingüística
sino-tibetana no existen las categorías gramaticales ni las formas sintácticas
propias de las lenguas romances. En la 14ª de sus Conferencias de introducción al psicoanálisis, al trabajar sobre el
lenguaje de los sueños, Freud habla de esta antiquísima lengua; allí aclara: “La
lengua china abunda en imprecisiones tales que podrían meternos miedo. Como es
sabido, consta de un número de sonidos silábicos que son proferidos solos o
combinados de a dos. Uno de los dialectos principales posee unos cuatrocientos
de tales sonidos. Ahora bien, puesto que el léxico de este dialecto se calcula
en unas cuatro mil palabras, resulta que cada sonido tiene, en promedio, diez
significados distintos; algunos menos, pero otros, bastantes más. Hay entonces
toda una serie de recursos para evitar la multivocidad, puesto que por el
contexto solamente no puede colegirse cuál de los diez significados del sonido
silábico se propone el hablante evocar en el oyente. Algunos de esos recursos
son la combinación de dos sonidos en una palabra compuesta y el uso de cuatro ‘tonos’
diversos en la emisión de estas sílabas. Para nuestra comparación es todavía
más interesante la circunstancia de que en esta lengua la gramática es casi
inexistente. De ninguna de esas palabras de una sola sílaba puede decirse si es
sustantivo, verbo, o adjetivo, y faltan todas las flexiones de las palabras por
las que podrían reconocerse el género, número, caso, tiempo o modo. Esa lengua
consiste, por así decir, sólo en la materia prima, y en ello se asemeja a la
manera en que nuestro lenguaje conceptual es reducido por el trabajo del sueño
a su materia prima, a saber, omitiendo expresar sus relaciones. En el chino, en
todos los casos de imprecisión, la decisión se deja a cargo del oyente, que
para ello se guía por el contexto”. Con estas breves palabras Freud
introduce el espíritu de esta lengua, acercándonos a la pesadilla del traductor,
e iluminando lo que si no se presentaría sólo como una caprichosa proliferación
de traducciones disímiles —aunque dejándonos frente a la responsabilidad de que
cada uno decida su vía de lectura.
Es preciso aclarar que en las diversas versiones del Tao…, la hermenéutica occidental sobreimprime
el pensamiento de Aristóteles, o el de Hegel. Desde la lectura aristotélica, hasta
la concepción hegeliana de la historia de la filosofía, la interpretación metafísica dominante ubica
a los presocráticos como “físicos”; absortos por los fenómenos de la
naturaleza, tanteando alcanzar una legalidad de orden universal o cósmico,
sustrato primordial a partir del cual se conforma todo lo que existe. La
filosofía piensa este asunto bajo la idea del pasaje del mito al lógos, es decir, de un pensamiento
mítico-cosmogónico a uno filosófico-racional. Con esta hermenéutica Occidente intenta
escuchar las insinuaciones poéticas de Lao Tse. Si no es ésta la noción que veda
la lectura, incluso en los intentos más serios, se trata entonces de la
concepción de “Absoluto” pensado por Hegel, por donde con facilidad se cuela la
vertiente religiosa. Entre la física
y lo absoluto se mueven las traducciones occidentales de la exquisita poesía del
maestro chino.
[1] Ver Filosofías no-occidentales,
Edición a cargo de Miguel Cruz Hernández, Colección EIAF (Enciclopedia
IberoAmericana de Filosofía), Editorial Trotta, 1999; especialmente el capítulo
“La filosofía china”, de Pilar González España.
[2] De camino al habla,
traducción de Yves Zimmermann, Ediciones del Serbal-Guitard, Barcelona, 1990.